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((**Es17.554**) Estas son las tres cosas que don Bosco vio más claramente y que mejor recordó y narró la primera vez; pero como expuso sucesivamente a Lemoyne, vio mucho más. Vio todos los países, a los que serían llamados los Salesianos con el tiempo, pero en una visión fugaz, haciendo un viaje rapidísimo, en el que saliendo de un punto volvía al mismo. Decía que había sido algo así como un relámpago; con todo, al recorrer aquel inmenso espacio había distinguido en un momento las regiones, las ciudades, los habitantes, los mares, los ríos, las islas, las costumbres y mil hechos que se entremezclaban y un sinfín de espectáculos simultáneos imposibles de describir. Por eso, de todo aquel viaje fantástico conservaba un recuerdo poco preciso, no pudiendo hacer de él una ((**It17.646**)) descripción detallada. Le había parecido que tenía al lado muchos que le animaban a él y a los Salesianos a no detenerse en el camino. Entre los más decididos a estimular a los demás a proseguir adelante, estaba el joven Luis Colle del cual escribía al padre el diez de agosto: <>. Recorrió una zona circular alrededor de la parte meridional de la esfera terrestre. He aquí la descripción del viaje, según asegura Lemoyne haberla oído de sus labios. Partió de Santiago de Chile y vio Buenos Aires, Sao Paulo, en el Brasil, Río de Janeiro, Cabo de Buena Esperanza, Madagascar, Golfo Pérsico, orillas del Mar Caspio, Sennaar, Monte Ararat, Senegal, Ceilán, Hong-Kong, Macao a la entrada de un mar sin límites y ante la alta montaña desde la cual se descubría la China; después, el Celeste Imperio, Australia, las islas Diego Ramírez, terminando el recorrido con la vuelta a Santiago de Chile. En aquel rapidísimo viaje don Bosco distinguió islas, tierras y naciones esparcidas por todos los grados y otras muchas regiones poco habitadas y desconocidas. De muchas de las localidades que había contemplado en el sueño no recordaba los nombres; Macao, por ejemplo, la llamaba Meaco. De las regiones más meridionales de América habló con el capitán Bove; pero éste, no habiendo pasado del cabo de Magallanes por falta de medios y al haberse visto obligado a volver atrás por varias circunstancias, no le pudo dar alguna aclaración. Hemos de decir algo de aquel enigmático Arfaxad. Antes del sueño, don Bosco desconocía quién era; después de él, hablaba en cambio de este personaje con bastante frecuencia. Encargó al clérigo Festa buscar en diccionarios bíblicos, en historias y geografías, en periódicos (**Es17.554**))
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