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((**Es17.536**) Pedro Cogliolo murió en 1932 encargado de asuntos en la Internunciatura Apostólica de Costa Rica. Era entonces un joven de excelentes ((**It17.624**)) esperanzas y, el día cuatro de diciembre, escribía a don Bosco una carta, en la que daba las noticias siguientes: <>La catequesis del domingo prospera mucho; los muchachos acuden de muy buena gana, tanto más cuanto que se instalaron el tiovivo, el columpio y otros juegos. La iglesia es muy frecuentada, los italianos de la ciudad y de las colonias próximas vienen muy a menudo a cumplir aquí con sus devociones. En Sao Paulo, como en todo Brasil, hay mucho mal, producto de la grandísima ignorancia de la religión, pero el carácter de los brasileños es muy amable y, en general, se ve mucha fe en esta pobre gente (... ). Haría falta que los Salesianos se lanzaran al asalto de Brasil; sin duda, V. P. lo haría en seguida, si los Salesianos fuesen muchos más de los que son ahora>>. La actividad de los Salesianos sacudió y llevó a la exaltación el encono de los protestantes, que los rodeaban por todas partes. Alarmados especialmente por el oratorio festivo, se dieron a maniobrar ocultamente, esparciendo la ridícula voz de que se atraía allí a los muchachos para enrolarlos en la marina. Pero los Salesianos dejaron que corriera la bola; más aún, aprovecharon esta hostilidad para dar un impulso más vigoroso a su actividad en favor de la juventud 1. Mientras los hijos de don Bosco se iban consolidando en Brasil, monseñor Cagliero desplegaba todo su ardor en el extremo opuesto del continente sudamericano, para cumplir el mandato que le había confiado la Santa Sede. A lo largo de las orillas del Río Colorado y del Río Negro, estaban formándose colonias mixtas de europeos y argentinos, que no importaban ((**It17.625**)) de la vieja Europa más que la indiferencia religiosa, el orgullo y la inmoralidad. Los indios, que bajaban siguiendo el curso de los dos grandes ríos, acababan por caer muchas veces en malas manos. Nada más llegar a Patagonia, monseñor Cagliero oyó contar y vio con sus propios ojos cosas dignas de bárbaros contra aquellas pobres criaturas, consideradas como pertenecientes a otra humanidad. Para obtener que se les concediera un mínimo de 1 Carta de don Lorenzo Giordano a don Bosco, Sao Paulo, 22 de diciembre de 1885. (**Es17.536**))
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