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((**Es17.530**) y letra, y, dicha sea la verdad, nos pareció algo totalmente extraordinario, dadas sus innumerables ocupaciones y el peso de los grandes trabajos que gravitan sobre su delicada salud. La leí en la conferencia a nuestros queridos hermanos; todos hemos apreciado su autógrafo, con los tres relevantes recuerdos que contiene sobre la fidelidad a las reglas y deliberaciones de los Capítulos Superiores, el cultivo exquisito ((**It17.617**)) de la castidad y el cuidado especialísimo de las vocaciones religiosas, como un verdadero testamento; y, en este sentido, lo he comentado e inculcado a mis buenos compañeros, tanto más cuanto que recibíamos, al mismo tiempo, idénticas recomendaciones de nuestros amadísimos superiores de aquí, don Luis Lasagna y monseñor Cagliero. Debemos, pues, darle las más sinceras gracias y procurar practicar tan santas enseñanzas lo mismo yo que los hermanos puestos bajo mis cuidados>>. La segunda carta fue para el inspector don Luis Lasagna. Recuérdese que, por aquellos días, don Bosco se sentía más agobiado que de costumbre; ello ayudará a comprender el tono de testamento, que da a su escrito. Mi querido Lasagna: Hace varios meses que deseaba escribirte, mas mi vieja y perezosa mano me ha hecho diferir este gusto. Pero ahora me parece que el sol declina al ocaso; por tanto, deseo dejarte algunos pensamientos escritos, como testamento de quien siempre te ha querido y sigue queriéndote. Tú has obedecido la voz del Señor y te has consagrado a las misiones católicas. Has acertado. María será tu guía fiel. No te faltarán las dificultades y tampoco la maldad por parte del mundo, pero no te preocupes. María nos protegerá. Nosotros queremos almas y nada más. Procuro que esto llegue a los oídos de nuestros Hermanos. Señor, dadnos cruces, espinas y persecuciones de toda clase, con tal de que podamos salvar almas y con ellas salvar la nuestra. Se acerca la época de nuestros ejercicios en América. Insiste en la caridad y dulzura de san Francisco de Sales, a quien debemos imitar; en la exacta observancia de nuestras Reglas, en la lectura constante de las deliberaciones capitulares, meditando atentamente los reglamentos especiales de las Casas. Créeme, querido Lasagna, he tenido que tratar con ciertos hermanos, que ignoraban completamente estas nuestras deliberaciones, y con otros, que nunca han leído estas partes de las reglas o disciplina, que conciernen a los deberes a ellos confiados. Otra plaga nos va amenazando y es la del olvido, o mejor, el descuido de las rúbricas del Breviario y del Misal. Estoy convencido de que una tanda de ejercicios espirituales produciría óptimos efectos, si llevase al Salesiano al rezo exacto de la Misa y del Breviario. Pero lo que he recomendado encarecidamente a aquellos a quienes he podido escribir en estos días, es el cultivo de las vocaciones, tanto para los Salesianos cuanto para las Hijas de María Auxiliadora. (**Es17.530**))
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