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((**Es17.529**) de sus hijos más lejanos; y esto lo movía a escribirles individualmente cartas henchidas de afecto paterno y llenas de santas exhortaciones. Dirigió dos desde Valsálice a Uruguay. Una para don Juan Allavena, párroco de Paysandú y director del hospicio y colegio anejos a la parroquia. Muy querido Allavena: Con gran placer y a su tiempo he recibido las cartas que me has escrito. Como ahora no puedo tener la satisfacción de tenerte conmigo en los ejercicios espirituales de Valsálice, creo oportuno escribirte al menos una carta, que te recuerde el afecto que éste tu padre te ha tenido siempre y sigue teniéndote. Cuando nos separamos, antes de tu partida para América, te recomendé encarecidamente la observancia de nuestras ((**It17.616**)) reglas; las reglas con que te consagraste para siempre al servicio del Señor. Yo confío que las habrás practicado fielmente, para tu provecho y edificación de tus compañeros. Además de la lectura de las reglas te aprovechará que leas frecuentemente las deliberaciones tomadas en nuestros Capítulos Superiores 1, que quiero esperar te hayan sido comunicadas. Como cura párroco, trata con toda caridad a tus sacerdotes para que te ayuden con celo en el sagrado ministerio y atiende, especialmente, a los niños, a los enfermos y a los ancianos. Y si, en las Misiones o de cualquier otra manera, llegas a descubrir algún jovencito que da esperanzas de vocación al sacerdocio, ten entendido que Dios pone en tus manos un tesoro. Toda solicitud, todo trabajo, todo gasto para lograr una vocación no es nunca excesivo; hay que considerarlo siempre como un gasto oportuno. Praebe teipsum exemplum bonorum operum; pero procura que este buen ejemplo resplandezca en la reina de las virtudes, en la castidad. Todo cuidado en las palabras, las miradas, las obras encaminadas al cultivo de esta virtud, nunca será excesivo. Me limito a recordarte estas cosas; pero tú estás en condiciones de explicarlas donde sea necesario. Que Dios te bendiga, mi siempre querido Allavena. Te encomiendo cada día en la santa misa y reza tú también por mí, que he envejecido mucho y estoy casi ciego; y hagamos de manera que si no volvemos a vernos en la tierra, nos veamos ciertamente en la eterna bienaventuranza. Muchos saludos a todos nuestros hermanos, a cuyas oraciones me encomiendo encarecidamente, puesto que todos son gaudium meum et corona mea. Turín, desde el Colegio de Valsálice, 24 de septiembre de 1885 Afmo. en J. C., JUAN BOSCO. Pbro. Don Juan Allavena agradecía esta agradable carta a don Bosco el día veinticuatro de noviembre y le felicitaba las Navidades en estos términos: <>. (**Es17.529**))
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