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((**Es17.513**) Regresaron a Madrid y, un mes después, escribieron a don Juan Branda, invitándole a que fuera a la Capital. Don Juan Branda se excusó diciendo que consideraba inútil el viaje y que tenía personas enfermas en casa. Ocho días más tarde, recibía una carta de monseñor Rampolla, Nuncio Apostólico, renovándole la invitación. Ya no pudo negarse. Le esperaban en la estación los señores Lastres y Silvela. Presentóse en la Nunciatura y el señor Nuncio le exhortó a comenzar los trámites, asegurándole que era expreso deseo del Rey, quien prometía su apoyo. Al día siguiente se reunió toda la Comisión, compuesta por senadores, diputados y banqueros. Asignóse a don Juan Branda el puesto de preferencia. Los criterios de aquellos señores no concordaban con los principios que regulan nuestro sistema educativo, totalmente desconocido para ellos; no obstante, con tal de conseguir su intento, manifestaban que querían dejar total libertad de acción. Que la ley había sido aprobada por las Cortes, pero que ellos podrían remodelarla o modificarla; que su intención era que la juventud fuese atendida; que la obra no iba a ser del Gobierno, sino privada. Que se escribiese a don Bosco, asegurándole que la casa en construcción sería de su propiedad. Que se haría la escritura notarial correspondiente y que don Bosco sería muy libre de actuar como más le agradase; que no tendría el más mínimo obstáculo en la dirección de la misma. ((**It17.598**)) Que, si quería que se le ayudase, le ayudarían; pero que, si no quisiese, sino que desease obrar por sí mismo, se inhibirían. Así se expresaba, en nombre de los demás, el ministro Silvela. Cuando se discutió la propuesta en Capítulo (y esto fue el día 22 de septiembre de 1885), don Bosco, después de oír la relación, exclamó: -íParís, Madrid, Trento! íQué nuevo e inmenso horizonte tiene la Congregación Salesiana! Don Celestino Durando observó que, si se hiciese una pequeña pausa en la fiebre expansiva, se podría cómodamente haber podido abrir una casa cada año, sin debilitar a la Congregación. Pero don Bosco, haciendo caso omiso de la intervención, repuso: -Ved cómo la Providencia guía a la Congregación Salesiana. Pensad que, al abrir casas, no nos dábamos cuenta exacta de lo que íbamos a hacer. Más aún: no debemos considerar sólo el bien que se hace en nuestras casas o a los jóvenes, sino el que de rechazo hacen los demás a través de nuestro influjo, sin ningún trabajo por nuestra parte... íLa Spezia! Fuimos allí sin ayuda de nadie y fue un golpe mortal para el (**Es17.513**))
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