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((**Es17.500**) Miguel Rúa pidió que se propusiera la ida para 1889; pero don Bosco replicó: ->>De qué sirve fijar, aun cuando sea el 1890? Ahora no podemos, pues falta personal. Por consiguiente, hagan ellos, mientras tanto, algún donativo, algún legado o cesión y nosotros nos comprometemos a hacer el bien que podamos a la juventud lo antes posible. Nuevas dificultades, que surgieron más tarde, convencieron a los mismos amigos de Vicenza de que era preferible aguardar. Y el Santo, confirmando lo que ya había dicho, repitió el día veintiséis de octubre: -Bien consideradas las cosas, es mejor por ahora que el tiempo nos dé tiempo. No se rehúsa, pero se aplaza. El día cinco de noviembre, don Antonio Sala informaba sobre el viaje que acababa de hacer, en el que había visitado también Vicenza, y describió ((**It17.582**)) lo que había visto y oído. Entre otras cosas, las cuatro hermanas Caldonazzi, solteras y bastante ricas, darían en seguida veinte mil liras y después más; otrosí, cuando se abriese la casa sería abonado un legado de veinte mil liras, hecho por la condesa Drusila Dal Verme, viuda de Loschi. Pero, frente a las insuperables dificultades, que retrasaban mucho la actuación del deseo común, don Bosco expuso su pensamiento: ->>No se podría escribir a las hermanas Caldonazzi que, en vista a la larga duración de estas negociaciones, se les rogaría tuviesen a bien dar las veinte mil liras para el Sagrado Corazón de Roma o para las Misiones? Les escribiría yo mismo prometiendo que, al abrir la casa de Vicenza, se consideraría como entregada aquella cantidad. -Los de Vicenza, contestó don Antonio Sala, no quieren saber nada que no sea su pueblo. -De todos modos, insistió el Santo, lo intentaré y escribiré también al heredero del Duque de Parma, que debe pagar el legado Loschi, tanto más cuanto que la Duquesa de Parma vino a visitarme, cuando yo estaba en Niza. En cuanto a Vicenza, contéstese que dejen descansar el proyecto hasta la primavera. La beneficencia, en estos tiempos, es mucho más incierta que cuando se abrieron las casas de Sampierdarena, Alassio y Marsella. En la primavera, lo dejaremos descansar hasta otoño y así sucesivamente. Y como lo dijo, lo hizo. Escribió el día dieciséis de noviembre a las hermanas Caldonazzi, invitándolas a destinar la cantidad en favor de monseñor Cagliero que, con muchas Hermanas y Misioneros, se encontraba en pleno desierto patagónico, sin medios económicos para llevar a cabo muchas obras de beneficencia, allí necesarias; pero ellas (**Es17.500**))
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