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((**Es17.499**) Pero los hombres buenos de Vicenza no pudieron resignarse ni sosegarse. Presentaron una tercera petición en 1885 y, a lo largo de aquel año, el Capítulo Superior, presidido por don Bosco, se ocupó del asunto hasta seis veces. Repitióse también para Vicenza uno de los consabidos cambios de escena. En un principio, todo era de color de rosa: cantidades considerables a disposición, varios terrenos para regalar o para comprar baratos, locales magníficos para poderlos tener a buen precio, expectación general de los ciudadanos; después, al pasar del dicho al hecho, abandonos y desilusiones. Don Juan Tamietti, enviado por don Bosco para ver cómo estaban realmente las cosas, recibió siempre espléndidos agasajos; se encontró con que los gastos serían en realidad mayores que los que podía dar un cálculo superficial, pero, considerando que algunos señores se mostraban dispuestos a contribuir con generosidad, concluyó que se podía aceptar a condición de que se comenzase con el oratorio festivo y se dejase para más adelante la fundación del colegio. Don Bosco oyó el informe de ((**It17.581**)) su enviado y dijo el día veintidós de junio en sesión capitular: -Estando las cosas como están, se puede aceptar, porque fácilmente se podrá ir adelante por algún tiempo con un solo sacerdote. Pero, el trece de julio, surgió la primera contrariedad. La hija de uno de aquellos señores, el abogado Ruffo, que quería regalar una de sus fincas, escribió a don Bosco una carta de protesta, porque, estando ella en mala situación económica y no sabiendo cómo sufragar los gastos para la instrucción de sus hijos, no podía tolerar que se mermara de este modo el patrimonio paterno. En realidad, su padre estaba encolerizado con ella y no se cuidaba de sus necesidades, porque había contraído matrimonio contra su voluntad con un hombre no acomodado; sin embargo, don Bosco mandó escribirle que estuviese tranquila, porque no se había determinado nada y jamás se haría algo que pudiere perjudicarla. Entre julio y octubre, hubo otras combinaciones sobre el local, otras promesas de donativos de dinero, otra discusión en la sesión capitular del veintidós de septiembre por la tarde. Preguntado don Bosco por don Miguel Rúa qué pensaba de todo ello, contestó: -Ya hay demasiada carne en el asador. Sin embargo, estoy dispuesto a aprobar lo que el Capítulo decida. Don Celestino Durando recordó, en apoyo de este parecer, que san Ignacio comenzó a abrir con excesivo apresuramiento sus casas, y después cerró quince de golpe para consolidar su Compañía. Don (**Es17.499**))
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