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((**Es17.482**) En otros tiempos, algunos solían hacerme esta pregunta: >>Es mejor hacer los votos y observarlos o no hacerlos y observarlos lo mismo que si los hubiésemos hecho? A esta pregunta hay que dar una respuesta que satisfaga. Una cosa hecha con voto tiene más valor que la que se hace sin voto; la diferencia, entre una cosa hecha con voto y otra sin él, es la misma que la que hay entre quien da un fruto de su campo y el que da el fruto y el campo a la par. Por consiguiente, el que hace un voto a la Virgen, como vosotros, le da todo lo que tiene. Pero así como hay doble mérito, si se observa la ley de Dios con voto, si se la quebranta después de hacer el voto, se peca doblemente. Y, por consiguiente, no crea alguien que ligarse a Dios con voto sea un juego donde siempre se gana y nunca se pierde, no; si cumplimos las promesas hechas, tenemos doble mérito; pero, si no las cumplimos, tenemos doble demérito. ((**It17.561**)) Hay, además, otra gran cosa que suelo hacer notar a quien emite los votos perpetuos. Cuando uno hace los votos perpetuos, según los mejores teólogos con Santo Tomás de Aquino, recupera la inocencia bautismal. El que pronuncia los votos perpetuos hace lo mismo que si fuese un niño llevado a la pila bautismal. Y pienso que debo deciros todavía otra cosa; el que hace los votos se encuentra con la obligación de cumplirlos y, por consiguiente, ya no es hijo del mundo, sino que es hijo predilecto de Jesús, de María y de san Francisco de Sales. Cada uno debe decir para sí mismo: íYa no soy hijo del mundo! Y si nos acometen las tentaciones, contéstese: íNo, soy hijo de María! Y, por tanto, ni una mirada, ni un pensamiento, ni una palabra contra los votos que hice. Alguno me preguntará: >>Hay obligación de cumplir con rigor estos votos? Si alguien hiciese los votos con la intención de no cumplirlos, mentiría; sería una burla hecha a Dios y traicionaría su propia conciencia. Por eso se hacen los votos, con la firme voluntad de mantener esta promesa hasta la muerte, para obtener después en el Paraíso la justa recompensa de lo que hemos hecho en esta vida. Me dirá alguno: íEs difícil guardar los votos! >>Pues qué? Acaso aquel Señor y aquella madre del Cielo que vinieron a este mundo a recogernos y, mientras el mundo vive en la iniquidad vinieron a inspirarnos y nos sostuvieron para hacer estos votos, >>no nos ayudarán también a cumplirlos con tal de que nosotros hagamos todo lo posible para el? Lo cierto es que, si se hiciese el voto y luego se profanase, el que faltara a su palabra, insultaría a su Creador, causaría grandísimo disgusto a María Santísima Auxiliadora, haría un daño incalculable a su propia alma y, en una palabra, cometería un gran sacrilegio. Espero que vosotros cumpliréis lo prometido y que no querréis manchar vuestra alma, faltando a la fidelidad que prometisteis con juramento. Y, si queréis la llave para guardar vuestros votos, os la doy. Todas las virtudes están encerradas en la obediencia. Las demás perecen, si no hay exactitud en la virtud de la obediencia, especialmente en las cosas pequeñas, pues éstas guían a las grandes: Si vis magnus esse, a minimo incipe. Al llegar a este punto, dejo que otros completen, desarrollen y expliquen lo que yo me limité a mencionar. Os aseguro, por lo demás, que rezaré por todos, pero especialmente por vosotros, los que habéis hecho hoy los votos, para que no os suceda ninguna desgracia. Concluyo diciéndoos que sois hijos de Jesús y de María y que quiero lo seáis siempre. Permaneced, pues, firmes en no profanar los votos, que habéis hecho hoy, y estad dispuestos a sufrir mil veces la muerte antes que manchar estos lazos de oro, que os (**Es17.482**))
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