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((**Es17.480**) audiencia en seguida. El día de la clausura celebró la misa de comunidad, interrumpida de cuando en cuando por fuertes emociones interiores. Al Domine, non sum dignus el llanto le impedía seguir; al Ecce Agnus Dei, antes de dar la comunión, las lágrimas regaban su rostro. Hacía ya algún tiempo que se notaba en él una gran ternura durante la celebración del santo sacrificio con derramamiento de lágrimas; y que, al dar la bendición, siempre lloraba. A veces también en la conversación, si quería evitar el llanto, tenía que evitar ciertos temas, que pudiesen excitar los afectos. La manutención de la casa de San Benigno comportaba gastos muy elevados y, para hacer frente a ellos, don Julio Barberis, que era su director, casi no tenía más recursos que la paterna caridad de don Bosco. Pero también don Bosco, que se encontraba a veces sin dinero, tenía que someter a su vez a prueba la generosidad de sus bienhechores. Uno de ellos, hacía mucho tiempo, era el reverendo Benone, nonagenario párroco del lugar. Aquí tiene el lector con qué confianza invocaba el Santo su auxilio para remediar las urgentes necesidades de don Julio Barberis. Muy querido señor Cura: Hace ya unos días que don Julio Barberis anda pegado a mi sotana para que le dé dinero con que pagar algunas deudas y hacer provisiones de urgencia. No sabemos de dónde sacarlas y necesita cinco mil liras. Si usted, ((**It17.559**)) querido señor cura, puede ayudarnos, aunque sólo sea momentáneamente, haría una gran caridad a la obra, en la que estamos trabajando y de la que esperamos buenos operarios para la santa Madre Iglesia. Si es preciso, el mismo don Julio Barberis repetirá conmigo: Date et dabitur, especialmente a quien nos da pan. María le proteja. San Benigno, 27 de agosto de 1885 Afmo. amigo, JUAN BOSCO, Pbro. Después de los ejercicios, quedóse ocho días más en San Benigno, mientras se celebraba otra tanda para los Hermanos. Estaba muy cansado. <>. El mismo Viglietti, teniendo que ir a Turín con don Juan Bautista Lemoyne y don José Ronchail, fue a despedirse con ellos y el Santo exclamó sollozando: -íTodos me dejáis aquí solo! 1 Diario, 30 de agosto. (**Es17.480**))
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