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((**Es17.474**) que le había hecho una guerra encarnizada. Monseñor Leto fue en seguida a visitarlo. Este rasgo de humilde caridad conquistó a aquel eclesiástico, el cual en presencia de un confidente suyo, que nos contó el hecho, no se contuvo y exclamó: -íHemos perdido a un Obispo santo! VALSALICE Don Bosco estuvo en Valsálice veintitrés días seguidos, del cinco al veintiocho de septiembre. Desde el principio, notó una mejoría en la salud, que aumentaba gradualmente, al extremo de que, durante una tanda de ejercicios, pudo hablar con los Hermanos y al final celebrar él mismo la clausura con una breve exhortación. En ésta contó conmovido la visita del emperador Otón a san Nilo y, después de un oportuno comentario, acabó diciendo con lágrimas en los ojos: -No os pido a vosotros más que salvéis vuestra alma. Allí presidió hasta quince sesiones capitulares. En días señalados trasladábanse los Superiores y tenían una sesión por la mañana y otra por la tarde, salvo el día veinticuatro de septiembre, en que se reunieron una sola vez. Don Bosco llamaba también a las sesiones a Hermanos no capitulares; así leemos una y más veces en las actas los nombres de don Julio Barberis, don Francisco Dalmazzo, don Pablo Albera, don Juan Bautista Francesia, don Francisco Cerruti, don Juan Branda, don Pedro Pozzan; este último ((**It17.552**)) tenía que dar, como veremos, un informe sobre una fundación propuesta por los Cooperadores de Vicenza. El Santo tomaba parte en las discusiones, dejando, como siempre, a todos libertad para manifestar y defender su propio parecer, aunque no estuviera de acuerdo con el suyo. Subió dos veces a Valsálice en aquellas semanas el cardenal Alimonda, acompañado por el teólogo Margotti y otros destacados eclesiásticos turineses, para conferenciar con don Bosco acerca de los asuntos de la iglesia del Sagrado Corazón 1. La segunda vez, Su Eminencia y los acompañantes se quedaron a comer. Estaban todos asombrados y gozaban al ver con qué familiaridad trataba al Siervo de Dios, el cual paseaba después a su lado bajo los pórticos e iba del brazo con él casi amistosamente. El magnánimo Cardenal sostenía 1 Véase el capítulo anterior. (**Es17.474**))
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