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((**Es17.447**) mañana. Faltaban pocos minutos, cuando entraban en el Oratorio cuatro coches, llevando al Duque, a la Duquesa y a su hijo, al capellán y a camareros y criados: en total, dieciocho personas. El niño ciego fue llevado inmediatamente a la iglesia, a las gradas del altar mayor; después subieron a la habitación de don Bosco. Al asomarse los Duques a la galería, la banda entonó el himno inglés: God save the queen (Dios salve a la reina). Detuvieron sus pasos un momento en señal de complacencia. El Duque había dicho a don Bosco el día antes: -Me quedaré aquí, hasta que haya curado a mi hijo. A lo que don Bosco, respondió con toda sencillez: -Bien, bien. Esto quiere decir que yo lo voy a nombrar Mayordomo de la fiesta de María Auxiliadora. Al oír el niño que estaba al lado de don Bosco, buscó su mano y se la besó, estrechándosela y riendo con vivacidad, ((**It17.520**)) mientras la mamá conmovida exclamaba: -No lo he visto así en toda su vida. Ni cuando va en brazos de su papá, da tantas muestras de gozo. El día ocho por la mañana asistieron todos a la misa de don Bosco en su capillita; a continuación, los Señores tomaron café con él. Contemplaban éstos admirados tanta cantidad de muchachos, pero lo que más les atraía era don Bosco con sus actitudes y palabras. Acudían al santuario mañana y tarde, edificando con su piedad a los presentes. El día diez marcharon para Florencia y Roma 1. -Venir a Italia y no ir a Roma, decía el Duque, es como para un italiano ir a Roma y no ver al Papa. Marcharon para volver de nuevo. Don Bosco hubiera querido que estuvieran en Valdocco el día dos de junio, fiesta trasladada de María Auxiliadora; pero, como ellos no podían permanecer hasta aquella fecha en Italia, acudieron de nuevo para hacer sus devociones el día veinticuatro de mayo. Ya hemos dicho que, aquella mañana, don Bosco celebró la misa en el altar de San Pedro; pues bien, los Duques oyeron su misa, situándose dentro de la balaustrada y comulgaron con gran fervor. Absortos en oración durante la acción de gracias, no advirtieron un prodigio que tuvo lugar allí mismo delante de ellos. Todavía vive el monaguillo que ayudaba a misa y que fue testigo ocular y prudente; cursaba ya el cuarto curso de bachillerato y se llamaba José Grossani; hoy es párroco de Moncucco di Vernate, en el 1 Carta del santo al conde Colle, Turín, 10 de mayo de 1885. (**Es17.447**))
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