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((**Es17.392**) quien profesaba suma veneración, solía decir que siempre estaban abiertas las puertas. La noticia de su llegada a Sampierdarena fue divulgada por los dos periódicos católicos genoveses, el Cittadino y el Eco d'Italia; por eso, no tenía fin la afluencia al hospicio. Acudió también el capitán Bove, gran admirador del Santo. Hoy día sólo los estudiosos conocen a este atrevido explorador, pero entonces se hablaba muchísimo de él. Había nacido en Marenzana, provincia de Alessandria, y, después de renunciar a su cargo en la marina real, dirigía en Génova una compañía de navegación. Sus primeros viajes de explorador databan del año 1878, cuando dio la vuelta a los mares árticos sobre el barco Vega, en compañía del célebre Nordenski”ld. Intentó, a continuación, la exploración de las regiones polares antárticas, mas, por falta de medios, fracasó la empresa. En cambio, visitó diligentemente Patagonia y Tierra del Fuego; después recorrió aguas arriba el gran río Paraná hasta el interior del territorio de Misiones. Ante aquellas ilimitadas extensiones de tierras deshabitadas, concibió también, lo mismo que don Bosco, el plan de establecer en ellas una colonia italiana; pero no pudo encontrar en Italia los capitales necesarios. Mientras tanto se había constituido el estado libre del Congo y el Ministerio envió al capitán Bove para ver si era posible establecer allí una colonia; mas le pareció demasiado estéril la región del bajo Congo y juzgó prematura cualquier tentativa en el alto Congo. Entonces volvió más resueltamente a la idea primera de hacerlo en Argentina. Surgiéronle en contra muchas dificultades. Parece que la imposibilidad de vencerlas trastornó su cabeza hasta arrastrarle al suicidio en 1887. Sólo así nos explicamos ((**It17.455**)) esta catástrofe final; porque él, además de ser hombre de coraje inquebrantable, era hombre de fe, la cual entraba también en abundante proporción en su devoción a don Bosco. Dos hechos estraordinarios sucedieron durante su estancia en San Cayetano. El primero lo recuerda Viglietti en su diario. Dos mujeres llevaron a don Bosco una enferma, la cual recibió su bendición y exclamó: -Estoy curada; quiero ir a casa por mi propio pie. -Te volveremos a llevar nosotras, contestaron aquéllas, que no podían sospechar un cambio tan radical. -No, de ningún modo; quiero ir por mí misma. íMaría Auxiliadora me ha curado! Varias personas, entre las cuales el señor Bellagamba, amigo de casa, aseguraron después haberla visto caminando sin dificultad, llamando la conmovida atención de cuantos la conocían. (**Es17.392**))
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