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((**Es17.375**) acercándose ((**It17.434**)) a ella, le ordenó imperiosamente que se marchase. Y dicho esto se despertó. La noche siguiente, apenas se hubo dormido se encontró delante de un campo sin cultivar. Al encaminarse por él volvió a ver a la doncella que le entregó una sierra, diciéndole que, para dejar expedito el sendero, había que cortar la hierba que dificultaba el paso. El echó mano a la sierra y la empleaba riendo, pero el camino continuaba en igual estado. La tercera noche se le presentó la doncella que le dijo: -Los Superiores deben estar de acuerdo siempre entre sí y no diferir nunca la corrección cuando la crean necesaria. El santo contó inmediatamente a Viglietti este triple sueño, dándole la explicación unos días después. La hierba que ocupaba el sendero eran los libros malos, las malas conversaciones y todo aquello que pude servir de obstáculo al servicio de Dios y a la salvación de las almas. En esto, dijo, estriba la ciencia del Director y de los demás Superiores: en saber quitar de delante de los jóvenes estas hierbas venenosas. Y no es cosa tan fácil prevenir, descubrir y cortar. Es un trabajo de sierra y no de hoz, pues se encuentran con frecuencia grandes zarzales y troncos disecados. La unión, pues, entre los Superiores y las correcciones hechas a tiempo, si no consiguen impedir todo el mal, evitarán que el campo se llene de abrojos. Aceptó algunas veces, aunque a disgusto, invitaciones para banquetes. El día siete fue con Viglietti a casa de la señora Broquier.Paseando con ella por el jardín, se paró ante un arriate de flores, cortó una siempreviva y ofreciéndosela a la señora, le dijo: -Aquí tiene una flor; es un pensamiento. ->>Qué pensamiento? -El de la eternidad. Es un pensamiento que no hemos de perder nunca de vista. Todo lo que hagamos y digamos debe estar encaminado siempre a este fin. Todo pasa en este ((**It17.435**)) mundo; sólo la eternidad dura y no acabará nunca. Hagamos que nuestra eternidad sea feliz y colmada de todo bien. Al día siguiente, fueron a casa de los señores Olive. íQué familia más buena era aquélla! Tenían nueve hijos. A pesar de una prole tan numerosa, el padre daba abundantes y generosas limosnas. En aquel cristiano hogar, todos veneraban a don Bosco como a un santo. Mientras se esperaba en un magnífico salón la hora de la comida, el señor Olive atendía a don Bosco y la señora se entretenía por detrás en recoger de sus espaldas los cabellos que le habían caído; pero, no satisfecha con ello, fue a buscar un par de tijeras, y rizo tras rizo, diestramente, convencida de que no se daba cuenta de la indiscreción, casi le rapó la nuca. Don Bosco, con la cara colorada, fingía estar muy interesado en la conversación con el señor, para no abochornar a la señora. Después de la comida, los hijos, uno a uno hicieron con don Bosco (**Es17.375**))
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