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((**Es17.366**) Romano, honor transmisible a sus descendientes, y prueba imperecedera del amor que tiene el Padre Santo a las obras católicas de caridad. Dicho esto, le entregó en sus propias manos el Breve pontificio. Los comensales felicitaron cordialmente al nuevo Conde, aclamaron la soberana bondad del Sumo Pontífice e hicieron fervientes votos por la recuperación de la salud de don Bosco y la prosperidad de sus caritativas empresas. Cuando el Santo regresó a casa, eran más de las once de la noche. Se caía de cansancio. Los lectores conocen suficientemente las vicisitudes, que precedieron a la concesión de ésta y otras condecoraciones pontificias. Añadiremos aquí únicamente que el Breve para el conde de Montigny estaba en Turín un mes antes y que don Bosco lo había enviado a don José Ronchail, para que se lo entregase solemnemente, acompañando el envío con esta carta. Muy querido Ronchail: Por fin terminó la anhelada negociación para el Conde de Montigny. Aquí tienes el Breve, que ha ido dando vueltas por Roma y que costó las tasas establecidas y otras que no lo eran tanto; pero ya ha terminado todo. Si este señor está todavía en Niza, hay que prepararle y celebrar una bonita fiesta. Si ya está en Lille, ponte de acuerdo con su hermana. Recuerda que todo fue en atención a la iglesia del Sagrado Corazón de Turín en Roma. Mi salud va mejor, pero aún no he podido salir de casa; por lo que no es seguro mi viaje a Niza. Encomiéndame a todos nuestros cooperadores, diles que rezo mucho por ellos y que trabajo por el Padre Santo, esto es, por el hospicio y la iglesia del Sagrado Corazón. Cuéntame muchas cosas. Quiéreme en el Señor y que Dios nos bendiga a todos. Turín, 24 de febrero de 1885 Afmo., JUAN BOSCO, Pbro. ((**It17.424**)) Aquel Director prefirió aplazarlo, aguardando la llegada de don Bosco, para que el acto de la entrega resultase más solemne y agradable. A la misa del día veintisiete, asistieron muchos señores. Cuando éstos se marcharon, comenzó un continuo ir y venir de coches que llevaban a damas y señores de Niza o forasteros residentes en la ciudad. La antecámara no quedaba vacía nunca. Iban a dar gracias por favores recibidos o a pedir la obtención de otros y entregaban limosnas. (**Es17.366**))
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