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((**Es17.363**) sus obras de caridad 1, salió el día veinticuatro de marzo por la mañana en compañía de su secretario Viglietti y de don Juan Bonetti. Mientras iban del Oratorio a la estación, preguntó de repente al primero: -íViglietti, >>a dónde Vas? -Voy con don Bosco. ->>Y sabes a dónde va don Bosco? Como vacilara Viglietti en responder, continuó el Santo: -Ni yo sé a dónde va don Bosco. Está en brazos de la Providencia. Durante el viaje de Turín a Sampierdarena en el tren, se mostró jovial en la conversación y, al llegar allí, celebró durante la comida los donaires de monseñor Scotton, predicador de la cuaresma. Aquella misma tarde, siguió viaje hasta Alassio. Era el tiempo en que la costa de Liguria empieza a ser un jardín esmaltado de flores. Don Bosco, asomado a la ventanilla, se alegraba como un niño al ver por todas partes margaritas y melocotoneros en flor. ((**It17.420**)) Pernoctó en Alassio y siguió viaje hacia Niza. Don Francisco Cerruti sustituyó a don Juan Bonetti, que se quedó en Sampierdarena. En Ventimiglia se encontró con su gran amigo el barón Héraud, que había acudido a su encuentro con don César Fasani, prefecto del Patronato. Los hermanos de Vallecrosia apenas si pudieron besar su mano e intercambiar unas palabras. En la estación de Niza le esperaban muchos señores y señoras con sus coches. Una rica marquesa tuvo la ansiada suerte de llevarlo en su coche a la casa salesiana. Una vez allí, terminados los alegres y afectuosos agasajos, subió a la habitación y se detuvo de pronto en el umbral como asustado a la vista del lujo señorial, y ordenó que quitaran inmediatamente la alfombra que cubría parte del pavimento. Le había parecido al Director que aquello no era un lujo, sino una debida atención para don Bosco y también para las personas de calidad que fueran a visitarlo. Pero don Bosco, en cambio, pensaba de manera muy distinta. Sentóse y contó con su tranquila llaneza un episodio del marqués Fassati. Este su noble amigo y bienhechor, al ver un día ciertos adornos en el edificio de la portería, le había dicho que ya no se atrevía a darle dinero, porque le parecía que tenía de sobra. Y eso que aquel arreglo no tenía nada de extraordinario y estaba además justificado por las 1 Al finalizar el año 1884, para juntar dineros había mandado a don Juan Bonetti escribir y publicar como Suplemento en el Boletín Salesiano una carta, que él firmó y en la que suplicaba a los sacerdotes aplicaran misas según su intención, cediéndole la limosna (Ap. Doc. núm. 63). (**Es17.363**))
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