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((**Es17.28**) día mayores. Mil gracias sean dadas al Señor que se dignó suscitar aquí, bajo el manto virginal de su Madre, un nutrido grupo de obreros instruidos y celosos, que, seglares unos y otros sacerdotes, acudirán a su hora en ayuda de la Iglesia y mantendrán en las almas el respeto, el conocimiento, el amor y la práctica de nuestra santa religión. Calurosos aplausos respondieron a sus palabras; después, todos acompañaron hasta la salida a los dos venerandos Pastores. El día veinticuatro por la mañana, llegó monseñor Soubiranne, obispo de Belley. Celebró la misa en el altar de María Auxiliadora, subió a la habitación de don Bosco, que era la razón de su visita y que, por encontrarse algo indispuesto, hacía unos días que celebraba la misa, más tarde de lo acostumbrado, en la capillita contigua a su habitación. Monseñor mantuvo con él una larga conversación. Hubiera deseado después visitar los talleres; mas, como era domingo, éstos ofrecían el aspecto de cuerpos sin alma. Pero no renunció a ver la tipografía, en la que admiró la amplitud de los locales, las medidas de precaución para evitar desgracias 1, las instalaciones higiénicas y toda la maquinaria. Al despedirse, manifestó también sus deseos de volver cuando pudiese para contemplar a los aprendices trabajando 2. En el volumen anterior, ya hemos narrado la primera visita del nuevo Arzobispo de Turín al Oratorio, el día quince de enero de aquel año. En este mismo mes de febrero, tuvo la distinguida bondad de hacer la segunda y pasar todo el día con don Bosco y con los Salesianos. Unos días antes, el veinticuatro de enero, había estado en Valsálice, donde se anticipaba la fiesta de san Francisco de Sales. Durante el mes de enero solíase, en aquel colegio de nobles, premiar y honrar con una velada al alumno que, al acabar el bachillerato superior, más se hubiera distinguido por su aplicación y conducta; ((**It17.22**)) se le fotografiaba y se exponía su retrato en el aula principal del colegio. Aquel año había merecido tal honor el joven Bonifacio Di Donato, hijo de una distinguida familia de Fossano. Entre las personas que intervinieron, estuvo con el cardenal Alimonda monseñor Manacorda, obispo del premiado. El mal estado de salud impidió tomar parte a don Bosco. El premiado se vio ensalzado en verso, en prosa y con cantos 1 No existían entonces leyes especiales para la protección de los jóvenes obreros: pero don Bosco quiso que las correas de las poleas para la transmisión del movimiento a las maquinas, giraran debajo del piso y que hubiese alambreras defensivas alrededor de las poleas superiores, en cada una de las maquinas. 2 Véase Bull. Salés. enero y febrero de 1884.(**Es17.28**))
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