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((**Es17.256**) consagrado se separó del cortejo, y se volvió hacia donde sabía que estaba su madre. La amable viejecita, sostenida por uno de sus hijos y por un nieto, salió a su encuentro e intentó arrodillarse; pero el hijo se anticipó, apretó contra su pecho la venerable cabeza y, en medio de la emoción de los presentes, la volvió delicadamente al asiento. Poco tiempo tenía que sobrevivir a tanto gozo la afortunada mujer, pues el día de Navidad cesó de latir su cansado corazón. Con dificultad siguió entre el gentío hacia la segunda sacristía y vio entonces a don Bosco que, con la cabeza descubierta, se acercaba y se arrodillaba para besarle el anillo. Monseñor, que ocultaba ((**It17.294**)) la mano entre los pliegues de los ornamentos se lanzó a sus brazos. íFue una escena dulcísima, embellecida por las lágrimas! El Santo pudo después estampar su beso en aquel anillo, que el Obispo no había permitido besar antes a ninguno. A partir de entonces, don Bosco guardó siembre con monseñor Cagliero los mismos miramientos que tenía con los demás Obispos, besándole el anillo y dándole las preferencias debidas al carácter episcopal. En el banquete dado aquel día en su honor, tomaron parte muchos. Nos parece digno recordar entre los brindis el del padre barnabita Denza, insigne físico y astrónomo, que sacó de su ciencia una imagen genial. -Parecíame, dijo, que me encontraba durante el banquete observando el cielo en mi terraza y contemplando una de las más hermosas constelaciones, la del Tauro 1, y, cerca de ésta, las Pléyades, y debajo, Argos. Pues bien, veía delante la estrella principal del Tauro en la persona del Eminentísimo Arzobispo de Turín; las cuatro estrellas, que le hacen corona, en los cuatro Excelentísimos Obispos aquí presentes; la estrella, que apenas se ve a simple vista por la gran distancia, pero que, en realidad, es grandísima, simboliza a don Bosco. Las Pléyades me representan los colegios de don Bosco, el número infinito de los alumnos y Cooperadores salesianos; y como acá y allá brillan entre las nebulosas algunas fúlgidas estrellas, descubro en ellas a los egregios Directores de los colegios llegados aquí para la fiesta. Por último, la constelación de Argos, llamada así por la mítica expedición de los argonautas, está representada por monseñor Cagliero, que, conquistador como Jasón y, al mismo tiempo, músico como Orfeo, se lanza intrépido con los suyos a una conquista, de la que un vellocino de oro no puede ser más que un pálido símbolo de la realidad. 1 Alusión a la ciudad de Turín. (**Es17.256**))
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