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((**Es17.243**) a don Juan Cagliero, de quien también se ocupaba la carta de monseñor Jacobini. La carta de don Bosco se entregó al cardenal Alimonda, quien, por medio del cardenal Nina, la entregó al Papa el día veintisiete de noviembre. En ella presentaba el nombre de don Miguel Rúa; pero, en la reunión capitular, no había dicho de ello nada, sin duda porque antes quería esperar el beneplácito del Padre Santo. <((**It17.278**)) a quien, empero, conserve Dios muchos años; para él me encargó el Padre Santo le enviara una particular bendición apostólica>>. El Arzobispo informó de todo ello a don Bosco; después volvió a escribir al cardenal Nina el día diecinueve de diciembre, diciéndole acerca del asunto del Vicario: <>. Don Bosco no se apresuró a dar publicidad a la cuestión. El Padre Santo no había impuesto ni aconsejado ningún límite de tiempo; por otra parte, acostumbraba el Santo dejar que precediera un período de prueba a las decisiones importantes. Y, en este caso particularmente, al ampliar la esfera de la actividad de don Miguel Rúa, sin declarar el verdadero motivo de ello, preparaba los ánimos de los hermanos a aceptar de buen grado la medida que tomaba. Mientras tanto, don Bosco iba insinuando la idea de la necesidad de que don Miguel Rúa debía ocupar su puesto en muchas cosas y lo repetía con creciente frecuencia, presentando como motivo para ello su propia salud y la necesidad de ordenarlo todo poco a poco. Transcurrió así un año y, entonces, procedió don Bosco a la proclamación oficial; primero, en el Capítulo Superior; después, de viva voz a los hermanos del Oratorio y, por último, con una carta circular a todas las casas. (**Es17.243**))
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