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((**Es17.238**) íAy de nosotros, si aquellos de quienes esperamos caridad, pueden decir que llevamos una vida más acomodada que la suya! Se entiende que esto debe practicarse rigurosamente, siempre que nos encontremos normalmente sanos, porque, en caso de enfermedad, han de guardarse todos las atenciones, que permiten nuestras reglas. No olvidéis que siempre será para vosotros un día feliz, cuando logréis vencer con favores a un enemigo o ganaros la amistad de alguno. Que nunca se ponga el sol sobre vuestra ira, ni recordéis jamás las ofensas perdonadas; no volváis a mentar el daño, la ofensa olvidada. Digamos siempre de corazón: Dimitte nobis debita nostra sicut et nos dimittimus debitoribus nostris. Pero con un olvido absoluto y definitivo de todo lo que en el pasado nos haya ocasionado algún ultraje. Amemos a todos con amor de hermanos. Todo esto sea observado ejemplarmente por los que ejercen alguna autoridad sobre los demás. RECOMENDACIONES PARA MI MISMO Queridos jóvenes, os recomiendo a vosotros, que habéis sido siempre la delicia de mi corazón, la comunión frecuente en sufragio de mi alma. Mediante la comunión frecuente, seréis estimados por Dios y por ((**It17.272**)) los hombres y María os concederá la gracia de recibir los santos sacramentos en los últimos momentos de vuestra vida. Vosotros, sacerdotes y clérigos salesianos; vosotros, parientes y amigos de mi alma, rezad, recibid a Jesús Sacramentado en sufragio de mi alma, para que me abrevie el tiempo del purgatorio. Así expresados los pensamientos de un padre a sus amados hijos, me vuelvo ahora a mí mismo para invocar la misericordia del Señor sobre mí en las últimas horas de mi vida. Quiero vivir y morir en la santa católica religión, cuya cabeza es el Romano Pontífice, Vicario de Jesucristo sobre la tierra. Creo y profeso todas las verdades de la fe, que Dios ha revelado a la Santa Iglesia. Pido humildemente perdón a Dios de todos mis pecados, especialmente de todo escándalo, dado a mi prójimo con mis acciones, con mis palabras dichas a destiempo; pido, además, de una manera particular, perdón de los excesivos miramientos tenidos conmigo mismo con el especioso pretexto de conservar la salud. Debo, además, pedir perdón si alguno observó que muchas veces fui demasiado breve en la preparación y en la acción de gracias de la santa misa. A veces me obligaba a ello, en cierto modo, la multitud de personas, que me rodeaban en la sacristía y me quitaban la posibilidad de rezar antes y después de la santa misa. Sé que vosotros, amados hijos, me queréis, que vuestro amor, vuestro afecto no se limite a llorar después de mi muerte; rezad por el eterno descanso de mi alma. Recomiendo que hagáis oraciones, obras de caridad, mortificaciones, santas comuniones, todo para reparar las negligencias cometidas en hacer el bien o impedir el mal. Elevad vuestras oraciones al cielo con el fin especial de que yo encuentre perdón y misericordia, en el primer momento en que me presente ante la tremenda Majestad de mi Creador. (**Es17.238**))
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