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((**Es17.175**) es necesario. Los directores y profesores, que tuviesen que manejar alguno de estos libros, guárdenlo bajo llave. No creía yo que pudiese haber tanta manía de leer libros prohibidos como ahora la hay; ni tampoco la de perder el tiempo y arruinar el alma con las novelas. Léanse y dense a leer con preferencia las biografías de nuestros ((**It17.197**)) alumnos y también todos los libros de las Lecturas Católicas y los de la Biblioteca de la Juventud. Los hay magníficos. Nosotros apreciamos poco nuestras cosas. Hasta tenemos miedo a ponerlos en la lista de los libros de premio en nuestros mismos colegios. Les parece a algunos una humillación dar libros religiosos a muchachos de cuarto y quinto curso del bachillerato. Recomendó, además, otra cosa. Dedíquese toda diligencia y todo esfuerzo para introducir y practicar en nuestras casas el sistema preventivo. Los Directores den conferencias sobre este importantísimo punto. Son incalculables las ventajas que ello aportará para la salvación de las almas y la gloria de Dios. A propósito de las lecturas hacía mucho tiempo que don Bosco rumiaba la idea de hacer llegar a todos una palabra autorizada de su propio cuño. En efecto, en 1883 había dicho a Lemoyne: -En su día te daré un trabajo. Un año después, le preguntó de repente: ->>Recuerdas lo que te dije sobre un trabajo, que te daría a hacer? Pues bien, ya ha llegado la hora. Y le trazó el esquema de una circular acerca de las lecturas para enviarla después a las casas, al principio del curso escolar. Don Juan Bautista Lemoyne la escribió y don Bosco revisó esta larga carta que fue repartida por los colegios a primeros de noviembre. Muy queridos hijos en J. C.: Un gravísimo motivo me determina a escribir esta carta a principios del curso escolar. Todos sabéis lo mucho que quiero las almas, que nuestro Señor Jesucristo quiso confiarme en su infinita bondad, y no debéis por otra parte olvidar ni minusvalorar la gran responsabilidad que pesa sobre los educadores de la juventud y la estrechísima cuenta que éstos deberán dar de su misión ante la Divina Justicia. Pero yo debo llevar esta responsabilidad inseparablemente unida con vosotros, mis queridos hijos, y ansío que sea para vosotros y para mí, origen, fuente y causa de gloria y vida eterna. Por esto, he pensado llamar vuestra atención sobre un punto importantísimo, del que puede depender la salvación de nuestros alumnos. Me refiero a los libros, que se deben apartar de las manos de nuestros jovencitos y de los que deben usarse para las lecturas individuales y para las que se hacen en común. Las primeras impresiones, que reciben las mentes castas y los corazones tiernos de los jovencitos, duran todo el tiempo de su vida; y los libros son hoy día una de las principales causas de éstas. La lectura tiene para ellos ((**It17.198**)) vivísimo atractivo y excita su impaciente curiosidad, de la que depende muchísimas veces la elección definitiva, que hacen del bien o del mal. Los enemigos de las almas conocen el poder de esta (**Es17.175**))
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