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((**Es16.51**) Entre las casas fuera de Marsella me queda por hablar de Saint-Cyr. Los peligros y seducciones, a que están expuestos los jóvenes del campo, diría que casi son mayores para las pobres huerfanitas. Ordinariamente tienen que ir a las ciudades para ganarse la vida y allí adaptarse a toda clase de oficios, a todo género de servicios. La falta de educación y de religión por una parte y, por otra, el escándalo, la corrupción y la malicia causan verdaderos estragos. >>Quién puede contar todas las víctimas? >>Quién puede decir cuántas de estas criaturas vuelven a sus casas como habían salido? Ya véis que urge oponerse a tantos peligros de perversión. Era, pues, necesario pensar en las huerfanitas del campo, y se ha puesto remedio a ello. Para este fin se abrió la casa de Saint-Cyr. Hay en ella unas cuarenta chicas, que son mantenidas, educadas e instruidas; trabajan en el campo, reciben cultura intelectual, religiosa y moral; aprenden lo correspondiente a su sexo y condición, y preparan así su porvenir. Pero esta casa, lo digo con pena, está demasiado separada de los centros de población, por lo que es poco conocida y no goza de la caridad que sostiene y hace florecer las de Niza, La Navarre y Marsella. Habría que duplicar, y aun triplicar, el número de las atendidas, pero al presente faltan los medios. Esperamos, sin embargo, poder comenzar pronto, allí también, un edificio nuevo. Hemos declarado la guerra al infierno y no vamos a dejarnos vencer en actividad por los hijos de las tinieblas. Sobre nuestro oratorio de Marsella no hacen falta muchas palabras; vosotros veis lo que se ha hecho. Se terminó esta capilla, se compró el terreno para un tercer edificio y nos vemos obligados a levantar una nueva ala para escapar a la mirada constante de los que nos rodean. La construcción será habitable cuanto antes y así el número de alumnos pasará de los trescientos de hoy a más de cuatrocientos. Se comprende que para todo esto se necesita dinero y, a falta de ello se contrajeron deudas. >>Sabéis a cuánto ascienden? íA cien mil francos! íEse ha sido el primer saludo que me dieron los superiores de la casa! íMe presentan una nota a saldar, que comprende con una serie de otras deudas menores, casi doscientos mil francos! Se trata ahora de concretar, es decir, pagar a los acreedores, que no se conforman con ((**It16.50**)) palabras; hay que buscar los medios. Alguno propondrá la oración, pero la oración no basta; hay que juntar las obras con la oración. Y no son solamente los acreedores, quienes no se conforman con las oraciones, sino también los muchachos. Porque ellos comen pan, mucho pan, y por más que se haga y se diga para que abandonen esta costumbre, no se dan por enterados ni un solo día. No pretenden golosinas; quieren pan y sopa a discreción; esto es lo que piden y lo que nosotros debemos suministrarles. Preguntará alguno: -Entonces, >>qué hay que hacer para extinguir una deuda tan grande? -En Turín se terminó hace poco una magnífica iglesia, que, costó poco menos de un millón. Pues bien, >>sabéis cuánto dinero tenía en el bolsillo al comenzar las obras? Cuarenta céntimos. Aquella semana todo eran apuros para pagar a los obreros, cuando he aquí que llamaron al superior a la cabecera de una señora enferma, la cual, sin esperanza de alivio alguno con los remedios humanos, ponía toda su confianza en Dios y en la intercesión de María Auxiliadora. -Cierto, le contestó el sacerdote, María la ayudará, pero es necesario que usted haga también lo que pueda de su parte. Ante todo, rece y rece de corazón, durante una novena, tres padrenuestros, avemarías y glorias cada día, más una Salve. -Lo haré con mucho gusto y con la mayor devoción. -Pero no basta, añadió el Superior. Tiene que hacer alguna obra en honor de la Virgen y debe ayudarme en la obra que he empezado (y le dijo cuál). No sé realmente(**Es16.51**))
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