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((**Es16.439**) Don Bosco es hijo de unos pobres campesinos de los alrededores de Turín. Yo he visto, siendo muy niño, la casita, donde pasó sus primeros años; era una alquería regular, bien cultivada, donde las largas carretas, que se estilaban en Piamonte, estaban adornadas con arabescos y entalladuras a cuchillo. Cuando él iba por allí con sus huérfanos, los aldeanos de los alrededores acudían en tropel a llevarle quién un pan, quién un saco de harina de maíz, porque todos querían contribuir a la comida de aquellos alegres muchachos. Y este pequeño ejército marchaba así por los campos, sin provisiones, sin nada más que los socorros de la Providencia. Así se ha llevado a cabo toda la obra de don Bosco, sin contar en absoluto con los consejeros de la sabiduría humana, esperándolo todo del mañana, que no pertenece más que a Dios. Dando por descontada la Providencia, que no decepciona jamás. Fue el primero un golfillo recogido en la calle, catequizado e instruido; éste llevó después a otros, a los que nuestro cura enseñó el trabajo y la oración. Esto fue en 1841; no se trataba todavía de darles vivienda, alimentarlos y vestirlos. Don Bosco era entonces capellán de un asilo fundado por la marquesa de Barolo, excelente y santa mujer, que había recogido en su casa a Silvio Péllico, cuando salió de la cárcel, y le había proporcionado un ambiente de paz y bienestar en sus últimos años. Era Silvio, el mártir, íel mártir de sus ilusiones! Y lo reconocía él mismo algunas veces. Entretanto continuaba don Bosco su obra de apostolado; su celo parecía excesivo, incómodo para los vecinos, se le echaba de todas partes. Se veía obligado a alquilar un prado para evangelizar a sus muchachos, incluso el propietario estaba descontento, pensando que su hierba quedaba destrozada hasta la raíz. Por fin, se encontró un cobertizo. íPero, qué cobertizo! Su techo era tan bajo que el arzobispo de Turín, cuando fue a celebrar en él, tuvo que quitarse la mitra. Hoy día la obra de don Bosco comprende más de ciento treinta casas y mantiene a ciento sesenta mil muchachos. ((**It16.532**)) íHe ahí el milagro! Cuando este sacerdote, en los comienzos de su apostolado, habló de crear un amplio establecimiento con capacidad para un millar de huérfanos, con una iglesia, talleres, aulas, dormitorios, le tomaron por loco y quisieron encerrarlo, pero él cerró la portezuela del coche con los que querían llevarle por sorpresa, y los envió solos al manicomio; y su locura, le llevó a él a construir una obra que os desafío a encontrar otra tan extraordinaria como ella en este siglo. Era realmente una locura, pero la más hermosa de todas, la locura de la caridad. Por una locura de este tipo entró el cristianismo en el mundo. * * * Hay que oír, en Italia, la leyenda de los milagros de don Bosco; es un largo capítulo. Niños curados instantáneamente, profecías cumplidas, sucesos sobrenaturales de toda suerte. Yo no os contaré todas esas historias. De pronto aparece un perro de gran talla, que acompaña al misionero, todas las tardes durante un mes, por los suburbios de Turín, le previene del peligro, le defiende y desaparece sin que jamás se haya sabido de dónde salía ni cómo desaparecía; de pronto se presenta un ladrón que amenaza asesinar a don Bosco y lo deja en libertad después de caer de rodillas a sus pies, etc. Víctor Manuel tenía cierto miedo a don Bosco, que le había anunciado, se dice, la muerte de su madre y la de su santa esposa. No se negaba nunca a recibirle y se (**Es16.439**))
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