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((**Es16.412**) éste recogió a los sedientos para que no bebiesen la muerte; aquél pintó las traiciones de los corruptores, éste acogió en sus brazos a la juventud que escapaba de los traidores. Así es como la dureza de Veuillot no está en desacuerdo con la amabilidad de don Bosco, cómo uno y otro son grandes por su fe y su caridad. Cuando llamaron a don Bosco a dar testimonio de sus principios, fue tan intransigente como Veuillot; rechazó el rosminianismo de sus escuelas, sufrió las persecuciones de los católicos liberales, y ante los jefes de esta secta brilló en su rostro la noble fiereza, que caracterizaba al periodista francés. El Osservatore Cattolico está orgulloso de poder decir que, en los momentos más terribles de sus luchas, cuando parecía abandonado por todos, el periódico de don Bosco y el de Veuillot se levantaron en su defensa y lo alentaron al buen combate. En estos dos hombres, pues, debemos encontrar el gran principio animador de sus obras y de su grandeza. La fe pura, el amor a la Iglesia, la intransigencia de las doctrinas profesadas. París ha aclamado este gran principio y a él elevo ((**It16.496**)) sus homenajes. Los católicos liberales pasan, los intransigentes sobreviven bendecidos; la falsa caridad, este infame oropel palidece, la caridad verdadera cobra nuevo resplandor. Nuestro valor se reanima, porque nuestra causa es santa. (Osservatore Cattolico de Milán, 7-8 de mayo de 1883). 32 (El original en francés) El Director de San Sulpicio a don Bosco Seminario de San Sulpicio, 1. ° de mayo, 1883 Reverendísimo Padre: Si yo ignorara las dificultades que hay para acercarse a usted, iría a agradecerle la visita que tuvo la bondad de hacer el lunes por la tarde a nuestra Comunidad. Su presencia, por la gracia de Dios, nos ha hecho mucho bien a todos; espero que éste sea perdurable. Tengo el honor de enviarle, con la expresión de nuestra gratitud, la cantidad de trescientos veinte francos para sus obras. Es muy poco, pero los corazones que se lo envían son totalmente suyos. Permítame, reverendo Padre, encomendar una vez más el Seminario de San Sulpicio a sus oraciones y recomendarle especialmente a su director que goza al poder profesarse, Su humildísimo y obediente servidor, V. BIEIL Director del Seminario de San Sulpicio (**Es16.412**))
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