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((**Es16.382**) Se hizo pasar por miembro de la Sociedad Obrera Católica, como en efecto lo era, y declaróse interesado por la venta de aquel libro. El canónigo Chiuso lo recibió con benevolencia. Ghiglione le rogó tuviese a bien aprobar aquel librito, porque, según decía, le urgía mucho una segunda edición y no tenía ningún otro ejemplar en Turín. El Canónigo echó una mirada descuidadamente a aquellas páginas y dijo a Ghiglione: -íYa lo veremos! -Pero yo tendría mucha prisa. -íPase por aquí esta tarde! Ghiglione volvió aquella tarde. El Canónigo parecía molesto. -íPerdone!, le dijo, he tenido mucho que hacer hoy. No he tenido tiempo; pero lo examinaré. Vuelva mañana a tal hora. Ghiglione volvió el día siguiente a la hora fijada. Los de la Curia se apresuraron a decirle: -El señor Vicario no está. Ha ido al coro. -Pero es que me aseguró que viniese a esta hora y me atendería. -No sabría qué decirle, porque ha dicho que esta mañana no volvería. Se habrá olvidado de la cita que le ha dado. Hay que tener paciencia. -Paciencia hasta cierto punto. Es la tercera vez que vengo aquí y me toca andar muchísimo. Además, tengo mis asuntos. Podrían ustedes ponerme en la tentación de prescindir de sus licencias. -Vaya, vaya; vuelva después de la comida y verá que el Vicario estará aquí. Ghiglione rehizo el camino por la tarde. El canónigo Chiuso estaba en su despacho hablando con el profesor Anfossi. Chiglione tuvo que ((**It16.460**)) aguardar. Por fin, fue recibido. Parecía que el Canónigo buscaba todavía más pretextos. -Pero es que yo tengo trabajo y no puedo perder tiempo; soy un obrero y nadie me paga el jornal, si paso el tiempo dando vueltas de un lado para otro, exclamó Ghiglione. Si no quieren aprobarlo, díganmelo, y lo mandaré imprimir en otra parte. -Bien, bien, contestó el Canónigo. Buscó el librito en un montón de papeles, lo tomó, lo hojeó, se levantó y dijo: -Ya está visto... puede imprimirse... pero ese título... íDios nuestro!... Nada tengo que decir... íEse nuestro Rey! >>Por qué ese título? >>Qué es eso de nuestro Rey? -Perdone, contestó Ghiglione, >>no es Jesucristo nuestro Rey? -Bien está... sí, sí...; mas, si se pudiese cambiar el título... ->>Pero, es nuestro Rey o no lo es? Perdone, yo siempre he oído decir que lo es; lo decimos todos los días, Tu Rex gloriae, Christe. Y lo dice también el Catecismo: <>. >>No equivale el título de Señor al de Rey? Además, mire usted, ya tiene el visado de la Curia de Génova, la cual no hubiera aprobado un error. Esta aprobación me bastaría; podría mandarlo imprimir en Génova;pero deseo hacerlo imprimir aquí para mi comodidad. -Si ya tiene el visto bueno de la Curia de Génova, hágalo. -Además, mire usted; tengo ya la plancha estereotípica hecha; y si hubiese de cambiar el título, tendría que volver a fundirla, y comprenderá que es un gasto más. El canónigo Chiuso firmó la aprobación. Ghiglione, que suspiraba por el momento de tener en sus manos aquella firma, tan pronto como la obtuvo, se despidió y se dispuso a salir. En aquel instante el canónigo Chiuso tuvo una idea inesperada y exclamó llamándolo. -Oiga, joven. Ghiglione volvió atrás. ->>Es usted tal vez de don Bosco? (**Es16.382**))
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