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((**Es16.266**) y energía. Entonces seréis como leones invencibles y podréis hacer mucho bien. Y después, complacuit dare vobis regnum. Reino y no servidumbre, tendréis el reino eterno. La calificación tres veces repetida de <> expresa, cual no podría hacerse mejor, la idea del coadjutor salesiano. El coadjutor salesiano no es el hermano lego de otros institutos religiosos, que se llama hermano, pero en realidad tiene muy poco de hermano, como tiene muy poco de servidor quien, por cumplido, se profesa tal de palabra o por escrito. Nuestro coadjutor es miembro vivo de la familia. Ahora bien, en una casa todos los miembros de la familia se llaman comúnmente amos y como tales se diferencian de los siervos y de los extraños. El coadjutor salesiano, ((**It16.314**)) pues, está hermanado con sacerdotes y clérigos, se encuentra al mismo nivel ante las personas de servicio, los alumnos y los huéspedes, que, con cualquier título, convivan o colaboren en nuestras casas. Se apartaría mucho del pensamiento de don Bosco quien supusiera que, con esta denominación, atribuyera a los coadjutores un estado de privilegio en la comunidad; don Bosco, por el contrario, quiso indicar su total pertenencia a la familia de la que forman parte y, por tanto, el derecho que tienen al mismo trato que los sacerdotes y clérigos. El grado de consideración que se deriva de esta posición, los lleva lógicamente a asumir posiciones decorosas en las relaciones con los externos, a ser ejemplares en la conducta dentro de casa, a sentirse solidarios con los hermanos y a mostrarse fieles en las respectivas tareas. De suerte que el apelativo de <>, más que enorgullecer, debe preocupar seriamente a todo buen coadjutor, que reflexiona en el sentido de responsabilidad que tal atributo supone e impone. CONFERENCIA EN CASALE MONFERRATO Este año dio don Bosco la conferencia a los cooperadores de Casale. Fue allí el día veintiuno de noviembre desde Borgo San Martino, donde había estado para la fiesta trasladada de san Carlos, titular del colegio. Cuando llegó el momento de subir al púlpito, el maestro de ceremonias episcopal (puesto que monseñor Ferré quiso asistir a ella) avisó a don Bosco que debía acercarse a la cátedra episcopal para recibir antes la bendición del Obispo. Naturalmente el Siervo de Dios se apresuró a obedecer y hacer lo que siempre había hecho en semejantes casos, pero Monseñor, casi de golpe, dijo al maestro de ceremonias: ->>A qué tiene que venir don Bosco a que yo le bendiga? >>No le piden a él la bendición los Obispos? (**Es16.266**))
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