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((**Es16.264**) mañana siguiente, había pedido las luces del Espíritu Santo sobre este asunto; que, mientras tanto, siguiera tranquilo donde estaba y procurase llegar a ser un buen salesiano. También tomaba parte en los mencionados ejercicios un clérigo del seminario de Magliano Sabino. Un día le dijo don Bosco: -Alégrate, vendrá otro seminarista de Magliano. ->>Quién es? >>Quién es?, preguntó ansioso el recién llegado. -Adivínalo. -No sabría decirlo; dígamelo. -Su apellido empieza por C y acaba en i. -No sé acertarlo; ídígamelo! -Vendrá Corradini. Rogelio Corradini estudiaba entonces el cuarto curso de bachillerato en el internado anejo al Seminario y nunca había tenido la menor propensión a hacerse salesiano. El clérigo escribió al director Reverendo Daghero el dialoguito tenido con don Bosco; se lo refirió de viva voz a Corradini unos meses después, puesto que él no perseveró y volvió a Magliano. Aquél ardía en deseos por saber cómo había podido don Bosco llegar a conocer su nombre; se lo preguntó algún año después al mismo Santo, cuando fue al seminario, pero el Santo le contestó: -No importa saber cómo supe yo que ((**It16.312**)) irías. Sigue mi consejo; si quieres venir conmigo, tranquiliza a tu madre con alguna disculpa, y ven a probar. Estas palabras de don Bosco le dejaron indiferente, pues, ni en sueños, quería hacerse salesiano; era hijo único, de madre viuda, y no pensaba dejar su diócesis de ningún modo. Pero, en marzo de 1889, se insinuó en su ánimo aquel deseo, que parecía tan lejos de sus aspiraciones, y se apoderó de él de tal manera que, ordenado de diácono, superó todas las dificultades de los parientes y de los superiores diocesanos, y salió para Turín. Mientras escribimos, don Rogelio Corradini trabaja en la Inspectoría Romana. EL COADJUTOR SALESIANO En el tercer Capítulo General, del que hablaremos más adelante, se había determinado que también los coadjutores hiciesen su noviciado aparte. Esta deliberación se llevó a cabo con admirable prontitud; en el siguiente mes de octubre comenzaron la prueba de San Benigno veintidós novicios aprendices, separados de los demás de la casa. Tan pronto como quedó todo organizado, don Bosco, que había (**Es16.264**))
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