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((**Es16.192**) donde estuvo la librería Josse; en ella celebró don Bosco. Al salir, se le paró delante una pobre enferma, colocada en un sillón de ruedas. La había llevado hasta allí un hombre, que hoy goza de fama universal en el mundo de los doctos, el historiador de la Bastilla, Funk-Brentano, del Instituto de Francia. El mismo contó recientemente el hecho 1. Hacía muchos años que la señora Gérard pasaba sus días clavada e inmóvil en una camilla. La madre del historiador, que era una mujer de fe y piedad, experimentaba siempre viva compasión al verla en aquel estado; enterada de los milagros que se atribuían a don Bosco, pensó en la pobre desvalida. >>Pero, cómo llegar hasta él? Un buen día fueron los vecinos a decir que don Bosco celebraría la misa, a la mañana siguiente, en la cercana iglesia de Jesús. Había llegado el momento de intentarlo. Envió sin más al hijo a alquilar un sillón de ruedas; díjole después que acomodara en él a la enferma y que empujara aquel vehículo hasta donde estaba don Bosco. ((**It16.223**)) El joven estudiante, que cursaba estudios en la escuela de paleografía, dejó a un lado los códices medievales y puso las manos en aquella buena obra. Con delicadas precauciones y ayudado por los amigos, bajó hasta la calle a la paciente, cuya enfermedad no sabe él ahora cuál fuese; la colocó sobre el sillón de ruedas y muy despacito la empujó hacia adelante, como hacen las niñeras en los jardines públicos con los cochecitos de los bebés. Aguardaron en la puerta de la iglesia a que terminara la función. Finalmente salió don Bosco, acercóse a la señora Gérard, que le contó en pocas palabras la historia de su enfermedad y le manifestó toda su esperanza. El Siervo de Dios rezó con ella una oración y le dio la bendición. Entonces, en un instante, la mujer se sentó, dio un brinco, se puso de pie y echó a andar. Le costó mantener el equilibrio a los primeros pasos; pero después, fuera de sí por la alegría, volvió casi corriendo a su casa. Don Bosco ya se había marchado y Brentano estaba todavía allí pasmado junto al sillón vacío, hasta que se decidió a desandar el camino por donde había venido y devolver el sillón a su madre. La curación fue completa y duradera. Durante mucho tiempo volvió a ver cada mañana a la señora del milagro encaminarse al Gayne-Petit, gran almacén de novedades, donde había encontrado colocación. Hay una relación de la condesa Riant, sin más indicaciones que el día de la semana. Hacía algunos años que el Conde vivía alternando la cama con la camilla. Don Bosco le visitó y le bendijo y, después de 1 Véase Bulletin Salésien, octubre de 1930. (**Es16.192**))
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