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((**Es16.184**) Una vivísima conmoción se apoderó del auditorio, impresionado por la admirable sencillez de sus palabras, y por la irradiación de religiosidad que emanaba de toda su persona. A la hora de marcharse, tuvo que trabajar ((**It16.213**)) para abrirse paso entre el gentío. Uno quería pedirle algo muy particular, otro reclamaba una bendición, éste le ofrecía una limosna, aquél anhelaba besarle la mano o la sotana. Era una escena de fervoroso entusiasmo, imposible de describir por quienes fueron testigos de ella. Finalmente, pudo subir al coche, dejando a toda aquella gente con la impresión de haber visto y escuchado a un Santo 1. Se sabe que una enferma bendecida por él empezó a sentirse mejor enseguida, tanto que pudo levantarse, tomar alimentos y dormir, lo cual no conseguía hacer desde hacía ocho meses. La pérdida del tren ocasionó otro inconveniente más grave que el primero; pero se consideró que por una visita de don Bosco valía la pena aguantar el sufrimiento de cualquier molestia. Cerca de Versalles está la escuela militar especial de Saint-Cyr, destinada a formar oficiales para las diversas armas. Los cadetes, pertenecientes en su mayoría a familias nobles, habían oído contar a sus parientes muchas cosas sobre don Bosco, y querían verle a toda costa. Por medio de una distinguida persona, rogáronle que se dignase hacerles una visita. Se disculpó alegando motivos de imposibilidad; pero, cuando vio una delegación de cadetes ante él, insistiendo de la manera más cordial, condescendió. Fijó día y hora: el veinticuatro de mayo a las nueve de la mañana. Y así hubiera sucedido de no haber perdido el tren. Impacientemente le esperaban aquella mañana los mil jóvenes; pero pasaban las horas y don Bosco no aparecía; dieron las doce y nada. -Sin embargo, lo ha prometido y vendrá, repetíanse unos a otros. Y no se cansaron de esperar. Finalmente, a las dos llegaba. Las audiencias, las visitas, el horario de ferrocarriles no le habían permitido llegar antes. Fue recibido con calurosos aplausos. Se adelantó sonriente por entre aquellos gallardos jóvenes, hasta que, invitado, dijo unas breves palabras con la misma familiaridad con que habría hablado a los muchachos del Oratorio. Cuando garbosamente ((**It16.214**)) los saludaba y se disponía a despedirse, pidiéronle todos a una voz la bendición 2. 1 J. RICHE. Les Augustines HospitaliŠres de Versailles. Versalles imp. Ch. Cloteaux 1932, pág. 118 y sigs. 2 La educación que entonces se daba allí estaba inspirada en la religión. El veterano y venerando monseñor Lanusse, capellán de la escuela, fue por esto muy benemérito del ejército; (**Es16.184**))
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