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((**Es16.169**) para que les obtuviese diversas gracias espirituales, como luces, soluciones de dudas, liberación de tentaciones, fueron escuchadas, como lo hubieron de reconocer y certificar sacerdotes piadosos y dignos de fe>>. El día dos de mayo por la mañana, lo dedicó a las religiosas del Sagrado Corazón de Conflans. Desde los primeros días de su llegada a París, él mismo les había comunicado con cuánto gusto celebraría la misa en una de sus tres casas. Elegida que fue la situada en el bulevar de los Inválidos, número treinta y uno, junto a la casa madre, el secretario impuso la condición de que asistieran solamente las religiosas, las alumnas y unas pocas personas devotas del Sagrado Corazón y que no se diera publicidad a su visita. Pero, pese a todas las cautelas, se agolpó la mar de gente en el bulevar y afluyeron a él tantos coches, que la capilla se llenó de personas. Dio la comunión durante cuarenta minutos y, habiéndole preguntado después si no se sentía demasiado cansado, contestó: -Esta casa está llena de Dios; este pensamiento me sostenía. Esta era la idea que había tenido en la mente, cuando, angustiado por el miedo de que se acabasen las hostias, abrió el sagrario y encontró en él otro copón totalmente lleno. Acabada la misa, le aguardaban, impacientes por oírlo, las religiosas de las tres comunidades, las novicias y las educandas. Fue primero a las religiosas. El secretario arzobispal, que lo acompañaba, le dijo: -Padre, aquí está la casa religiosa. -Entonces, contestó; no es del caso hablar de conversión, ((**It16.195**)) sino de santificación... C'est ici que l'on achŠte... >>Se dice así?, preguntó al secretario del Arzobispo. -Mejor se dice on acquiert. -Aquí se adquiere el verdadero calor, quiero decir el amor de Dios, y no sólo para sí mismo sino para llevarlo a otras partes y hacer que participen de él las almas. Tenemos la fuente en el Santísimo Sacramento. Propagad esta devoción que encierra todas las demás, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Tened siempre en vuestra mente el pensamiento del amor de Dios en la santa Eucaristía. Después de contar el episodio de Luis Colle y Pío IX, siguió diciendo: -Pero quizás queréis saber quién es el que os habla. Es un pobre sacerdote italiano, que tiene una familia todavía más numerosa que la vuestra. Necesito que recéis por mí, porque, a mis pobres huerfanitos, les hacen falta tres cosas: una casa donde abrigarse, la instrucción necesaria y el pan. Rezad también por nuestros misioneros, que están (**Es16.169**))
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