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((**Es16.145**) >>-íBien! >>Y después, levantándose un poquito sobre el sillón y haciendo un lento ademán de invitación conmovedora, dijo con bondad a unas señoras que habían quedado allí afligidas: >>-Adelante, señoras. >>Y siguió la audiencia hasta que cada una de ellas recibió una bendición especial, una palabra, un aliento. >>A qué hora llegaría don Bosco a Auteuil? Dios lo sabe... Pero, si allí dejó de lado la hora, la caridad la elevó hacia la eternidad del cielo. El caritativo sacerdote no despide, no rechaza, no apremia a ninguno de los que acuden a él para aliviar sus penas. Su alma, toda de Dios, pertenece por entero a quien acude a él>>. La ruptura de negociaciones respecto a la obra de Auteuil 1 no había enfriado la benevolencia del abate Roussel con don Bosco. Los dos hombres se habían conocido en Roma en 1876 bajo los auspicios de Pío IX. Al pasar delante del abate, el Papa había dicho: -Este es el don Bosco francés, que he visto ayer. Siete años más tarde evocaba este recuerdo 2 el abate Roussel, y manifestaba la satisfacción experimentada entonces, al ver a <>, con quien le había puesto en relación el mismo Santo Padre. Era, pues, natural que, habiendo tenido noticia de su llegada a París, deseara ((**It16.166**)) verle. Don Bosco tuvo la delicada atención de avisarle y comunicarle su inminente visita el sábado 21 de abril por la mañana. 1Llegó hacia el mediodía, quedóse allí a comer y visitó la casa. Escribía el abate en su mencionado periódico: <>. Habiéndose esparcido mientras tanto por el vecindario la voz de que don Bosco se encontraba en Auteuil, acudieron muchos amigos del abate para verle y manifestarle su simpatía. No ocultó el abate que habría deseado tributarle un recibimiento más solemne, de no habérselo impedido la escasez del tiempo; pero don Bosco dióle a entender claramente al despedirse que tenía pensado volver antes de salir de París. Las Damas del Sagrado Corazón, cuya casa estaba en el bulevar de los Invalidos, pudieron alcanzar que fuese el día veintidós a celebrar en la amplia capilla de su internado. Fueron tantos los que obtuvieron el gran privilegio de ser admitidos a oír su misa con las educandas, 1 Véase vol. XIII, pág. 625 y sigs. 2 France illustrée, 28 de abril de 1883. (**Es16.145**))
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