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((**Es16.143**) >>Será un lapsus memoriae de don Bosco? >>Será una equivocación del secretario, en la que don Bosco no se fijó, por limitarse sólo a leer el diálogo? Dado que no se puede poner en duda el testimonio del abogado Boullay, aquí se ha cometido ciertamente un error, sea quien fuere el responsable. No se puede afirmar que la entrevista quedara sin efecto. Es opinión fundada que, más adelante, el poeta multiplicaba las profesiones de fe teísta; pero también se sabe que, en su entorno, se trataba de quitar importancia a todas sus manifestaciones de esta naturaleza. Esto sucedía especialmente cuando se levantaba de la mesa. Pero tan pronto como abría la boca para expresar semejantes pensamientos, su yerno Lockroy, judío, cuyo verdadero nombre era Simón, el mismo que más tarde fue Ministro de Marina, le contradecía en seguida y le decía: -Vamos, vamos; ya empieza a delirar el viejo. Fue convicción de muchos que si, en su última enfermedad, hubiera ido personalmente el cardenal Guibert, en vez de enviar a su secretario para tantear el terreno, hubiera obtenido mucho más; pero parece que tampoco él gozaba de mucha salud. Con muy buenos modos, no dejaron pasar al secretario; el enfermo no se hubiera portado así con él, sino que, halagado por el honor, palabra tras palabra, se habría dejado tal vez llevar más allá de su desnudo teísmo. Pero éstos ((**It16.163**)) son arcanos de la gracia, que el hombre no puede escudriñar. En cuanto a la entrevista con don Bosco, estamos de acuerdo con un periódico francés, en el que, mientras revisamos las pruebas de imprenta de este capítulo, leemos casualmente que <> 1. íCuántas situaciones anónimas, cuántos casos de conciencia debieron someterse al examen y al juicio de don Bosco durante su estancia en París! íCuántos matrimonios civiles logró legalizar ante la Iglesia y cuántos embrollos de distinto género arregló, especialmente entre personas pertenecientes a las clases más elevadas y más cultas de la sociedad parisiense! Por el bien de las almas, afirmó él en alguna ocasión, tuve que preocuparme de muchísimos casos, un centenar de los cuales era de tal importancia que habría valido la pena emprender un viaje hasta París para cada uno de ellos. 1 Revue des Deux Mondes, 15 de mayo de 1935, pág. 348. (**Es16.143**))
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