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((**Es16.123**) Si las paredes de los lugares donde don Bosco concedía audiencias pudiesen hablar, ícuántas cosas tendrían que contarnos, que quedarán sepultadas para siempre en el olvido! Pero también se ha disipado el recuerdo de muchos sucesos, con la desaparición de las personas que han muerto. Contaremos, pues, algunas, cuyo rastro fue posible hallar. Se hablaba mucho de milagros obrados por don Bosco. Aun sin intentar enjuiciar el asunto, no puede dudarse de que algunas audiencias estuvieron acompañadas o seguidas de efectos sorprendentes.((**It16.138**)) Tal es el caso del benedictino don Andrés Mocquereau, fallecido el año 1928, del que tenemos documentadísimas noticias. Dom Couturier, abad de Solesmes y sucesor inmediato de dom Guéranger, había hecho rogar a don Bosco en Marsella que se dignase visitar su abadía, y le escribió el día veinte de abril a París, pidiéndoselo directamente en nombre propio y en el de toda la comunidad. Uno de los monjes necesitaba verle, tanto que pedía al superior lo enviara en seguida a la capital, si no se aseguraba la ida de don Bosco al monasterio 1. Como don Bosco no pudo prometerlo, fue a él el benedictino. Era éste precisamente el mencionado don Andrés Mocquereau, discípulo y continuador del padre Pothier en la restauración del canto gregoriano. En la flor de la edad, habíale acometido una laringitis pertinaz, que lo dejaba casi sin voz; era una amenaza de que se malograsen las halagüeñas esperanzas puestas en él para la dirección general del canto sagrado en la comunidad y para la obra de la reforma. El alimentaba la secreta confianza de que la bendición de don Bosco le libraría de aquella molestia; y añadíase también a esto una misión delicada. Había una piadosa joven que deseaba la recomendara al Siervo de Dios, para que le obtuviese a ella y a una compañera suya la gracia de superar los obstáculos que les impedían abrazar la vida monástica en la Orden benedictina, dentro de un determinado plazo. Fue el monje a París, presentóse, a eso de las dos de la tarde, en el palacio de Combaud y pidió al portero hablar con la Condesa. ->>Es para don Bosco?, preguntóle bruscamente la mujer del portero. -No. Pregunto por la señora Condesa; tengo que hablar con ella. -Entonces suba; vamos a avisarla. El camarero, que sospechó iba para hablar con don Bosco, le puso alguna dificultad; pero él insistió y logró entrar. ((**It16.139**)) La Condesa y su hija lo recibieron amablemente. Oyeron su deseo y le contestaron que 1 Véase Apéndice, doc. núm. 24. (**Es16.123**))
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