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((**Es16.122**) preguntó si había rezado un padrenuestro en honor del santo Job para obtener la paciencia. La señorita sonrió y le presentó para que los bendijera dos paquetes, que contenían doce docenas de medallas, uno para ella y el otro para su compañera de armas. Pero don Bosco le dijo: -Don Bosco ya no tiene ni una. >>Podría tomarlas de aquí? -íSí, sí, padre! Tome las que quiera, contestó dejándole los paquetes sobre la mesa, para que se sirviese de ellas en las audiencias. -Ya verá cómo todavía le quedarán, le aseguró él. Pero la predicción no se cumplió, porque, al final, no quedaron más que los envoltorios de las doscientas ochenta y ocho medallas. A pesar de todo, las dos religiosas no se quedaron sin nada; porque había un paquete que la señorita Sénislhac había hecho para todas ellas. De lo que sacó la señorita Bethford esta óptima moraleja: <>. Hasta aquí nos hemos servido casi exclusivamente del diario de casa Sénislhac; hablaremos ahora de algunas audiencias especiales, ((**It16.137**)) concedidas en casa de Combaud o en otros lugares. Se iba un poco a la caza de don Bosco por todas partes; por eso, uno de los medios que empleaba la señorita Bethford para despejar la casa Sénislhac era notificar a dónde iría después a celebrar el Siervo de Dios. En el palacio de Combaud algunos se escondían en las dependencias próximas a su habitación para esperarlo al paso cuando salía a primera hora. Esto suponía evidentemente la complicidad de la servidumbre, que favorecía a los visitantes y que, como es natural, encontraba en ello su ganancia. En efecto, una vez que don Bosco salió de París, un antiguo criado, que estaba de servicio en la antesala, se presentó a la señora y, como cuenta hoy su hija, le dijo: -Lo siento mucho, señora Condesa, pero le pido licencia para marcharme. ->>Marcharse? >>Le han hecho algún agravio? >>Quiere aumento de sueldo? -No, de ningún modo, señora Condesa. Todos me tratan bien aquí y yo no pretendo nada. Sólo he de decirle que ya he hecho mi fortuna y no necesito trabajar para vivir. Evidentemente, gracias a la generosidad de los visitantes de don Bosco, había recibido lo suficiente para redondear sus ahorros 1. 1 Bulletin Salésien, marzo de 1930. (**Es16.122**))
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