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((**Es15.648**) 9.° Si por una grave razón, cualquiera de las partes quisiera romper este convenio, deberá avisar a la otra parte con tres años de anticipación. Faenza, 1.° de enero de 1883. (Firmas) ((**It15.759**)) 49 Audiencia Pontificia. Relación de don Eusebio Calvi En el mes de octubre del año 1881, habiendo acudido en peregrinación a Roma, más de veinte mil italianos, para reparar los insultos lanzados contra los despojos mortales del Pontífice de la Inmaculada Concepción, Pío IX, fueron recibidos todos, el día 16 en san Pedro: allí se leyó, en nombre de todos, un comunicado de S. E. el Patriarca de Venecia, al que respondió con un elocuentísimo y patético discurso el inmortal Pontífice León XIII. Fue un discurso que yo pude oír muy bien por encontrarme precisamente en primera fila, detrás de los Eminentísimos Cardenales que formaban corona al Sumo Pontífice. Dejando de lado todo lo que parece no hace al caso presente, diré que, al día siguiente, S. S. el Papa se dignaba admitir a todos los peregrinos, divididos por regiones, para besar el pie augusto en las logias vaticanas. Los Salesianos pertenecíamos a la región piamontesa y fuimos de los primeros en ser admitidos. Estaban con nosotros algunas hermanas y monseñor Cagliero, obispo de Mágida, entonces simple sacerdote. Los que nos dirigíamos a Sicilia, y varios sacerdotes más de la Casa del Sagrado Corazón de Roma que se nos habían añadido, estábamos en fila doble a punto de presentarnos al Pontífice, cuando don Juan Cagliero, que estaba a mi derecha, se volvió y, al darse cuenta de que las hermanas estaban lejos de nosotros, se fue hacia atrás para llamarlas, y yo, ante la insistencia de algunos que dirigían el desfile de los peregrinos, como había llegado mi vez, me presenté, besé de rodillas el pie del Padre Santo, después el anillo y, para aprovechar la ocasión que se me presentaba, con cierta perplejidad le dije: -Padre Santo, bendiga a estos clérigos salesianos, que van a Sicilia y que participaron en la peregrinación. El Padre Santo no me dejó acabar, ya que, al oír que éramos salesianos, al instante se puso de pie y, tomando mi mano entre las suyas, me dijo: -íSalesianos...! >>Y cómo está don Bosco? -Santidad, respondí, está bien y también él desea por nuestro medio enviarle sus filiales saludos, con el ruego de que se digne bendecirle a él y a todas sus obras. -Muy bien: con mucho gusto; >>y dónde está ahora? -Hace unos días que nosotros salimos de Turín, añadí, y me parece que quizás esté a punto de emprender un viaje a Francia, en busca de dinero para atender algunas necesidades muy urgentes. El Padre Santo, que aún no me había soltado de la mano, me la apretó más fuerte, alzó los ojos y dijo: -íDon Bosco es un santo! S. E. el cardenal Bilio, de grata memoria, que tanto nos quería y había estado escuchando el breve diálogo, al llegar a este punto, se levantó y ((**It15.760**)) colocándose a la izquierda del Pontífice, me dijo a mí que estaba delante, con tono gracioso: (**Es15.648**))
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