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((**Es15.616**) alto la defensa de mi Arzobispo, tener presentes estas mis últimas consideraciones. Con la confianza de que V. E. se digne tener mucha bondad para perdonarme también esta molestia, me inclino reverentemente a besar su Sagrada Púrpura y celebro poderme profesar, con todo aprecio y profundo respeto, De V.E.R. Turín, 12 de diciembre de 1881. Su seguro servidor, JUAN BONETTI, Pbro. ((**It15.720**)) 23 Carta del Canónigo Sona a don Juan Bonetti I.M.J. Muy reverendo y querido don Juan Bonetti: Me pide V. S. M. R. un certificado sobre la administración de los últimos sacramentos que yo di a sor Inocencia, fallecida en el mes de noviembre del año pasado 1880, en la casa del Instituto Salesiano de Chieri, en el distrito de esta parroquia e iglesia colegiata de Santa María de la Escala: creo le debo declarar todo, no sólo en cuanto a la esencia y verdad del hecho, sino también en cuanto a las circunstancias que conciernen a mi intención, para no violar los derechos parroquiales y tampoco, por otra parte, los privilegios o facultades que pudiera tener la Congregación Salesiana. Debo, por tanto, manifestar que fui llamado a toda prisa a la una de la tarde, para visitar a la enferma en situación de urgente gravedad y que fui llamado como amigo de la Casa del Instituto y como asistente delegado verbalmente para los casos extraordinarios que pudieran suceder en ausencia del sacerdote director y para todo lo que pudiera ser útil. Con tal fin, pues, habiendo acudido y entendido que la enferma, según parecer del médico, se encontraba en gravísimo peligro y que, por consiguiente, ya se había enviado un telegrama llamando a un sacerdote salesiano de la casa madre de Turín y especialmente al reverendo don Juan Cagliero, Director de las Hermanas, pasé a visitar a la enferma; pero reconocí que había mejorado algo y que todavía se podía esperar hasta la llegada del sacerdote salesiano, que debía ser al cabo de pocas horas. Pero como, al salir precipitadamente de Turín el sacerdote salesiano para asistir a la moribunda habría podido fácilmente llegar a Chieri sin los Santos Oleos, como en realidad sucedió, y sabiendo yo que en la iglesia del Instituto de Chieri no se guardan los Santos Oleos, me acerqué a los reverendos padres de San Antonio, de la Compañía de Jesús, donde después de contar brevemente la necesidad del caso, me atendió el padre Prefecto de la sacristía. Llevados, pues, los Santos Oleos a la iglesia del Oratorio o Instituto Salesiano, llegó la hora de Vísperas y Completas: fui al rezo de las mismas a la Colegiata y luego me acerqué a confesar a la casa de las Rosinas, desde donde, más tarde, volví a casa del Instituto y supe que todavía no había llegado el sacerdote; acompañado de nuevo hasta la religiosa enferma, y viendo que no era prudente diferirlo, pues se encontraba en peligro inminente de muerte, avisé a la enferma y a la Superiora y asistentes e, inmediatamente, la confesé y, a continuación, desde la propia iglesia de la Casa le llevé al Santo Viático y le administré los Santos Oleos: después de lo cual, se reanimó un poco la enferma ((**It15.721**)) y pudo todavía prorrogar su tranquila agonía hasta muy entrada la noche del día siguiente, que era sábado. Mientras tanto, apenas terminada la administración de los sacramentos, llegó (**Es15.616**))
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