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((**Es15.501**) fondo del alma por la caridad que continuamente le llegaba de los católicos franceses 1. Después del recibimiento, empezaron las audiencias. Entró en la antesala un tal José Ciappei, de Livorno, el cual, con el hábito de terciario franciscano, había emprendido con los ((**It15.582**)) franceses la peregrinación, sin llevar consigo ningún dinero, queriendo por devoción vivir de limosna, como los fervorosos romeros antiguos. Con un poco de aquí y otro poco de allá, en el tren y en el barco, había reunido el importe del viaje; la comida la pedía por caridad a los piadosos peregrinos que llevaban su canasto con provisiones. Quizás pretendía seguir la romería hasta Lourdes. Finalmente, pues, después de mucho esperar, le tocó su turno para hablar con don Bosco; pero he aquí que apareció el secretario diciendo que don Bosco estaba muy cansado y que pedía perdón por tener que suspender las audiencias. Mas nadie se movió esperando al menos poder besarle la mano. Momentos después don Bosco se dirigía a la cena. Los peregrinos lo rodearon. El no sabía quién era el terciario y ninguno de los presentes se había dado cuenta de la gran necesidad que el pobre tenía de comer. El pobrecito se había separado de sus compañeros para visitar iglesias y no había estado presente en el momento de la comida. Pensaba, una vez que hubiera visto a don Bosco, ir a los Capuchinos para pedir algo de comer y alojamiento. Al verlo don Bosco, exclamó: -íEste peregrino aún no ha comido y no sabe a dónde ir! Y tomándolo por la mano, mientras él estaba fuera de sí por la sorpresa, lo llevó al comedor, le hizo tomar asiento y le dijo: -Coma, coma, peregrino, que lo necesita. Y, cuando terminó de cenar, volvió a decir don Bosco: -Este peregrino no sabe a dónde ir a dormir. Y mandó que le dieran una habitación. La habitación estaba en la galería que conducía al aposento de don Bosco. Y él deseaba ardientemente hablar con don Bosco de cosas espirituales. Así que, a la mañana siguiente, salió temprano con la intención de descubrir dónde pudiera estar a aquella hora. De pronto abrió don Bosco su propia puerta. Corrió a él y pudo hablarle libremente, como tanto deseaba. ((**It15.583**)) No podemos precisar la fecha de otro episodio que ciertamente acaeció entre 1880 y 1882 2. En él dio el Santo a cierta señora, algo desaprensiva, una 1 Véase Apénd. Doc. Núm. 86. Véase el Boletín Salesiano en francés, de noviembre de 1882. 2 Lemoyne lo contó a algunos, entre los que se encontraba don Angel Lovisolo. (**Es15.501**))
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