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((**Es15.469**) Ambos se alegraron la mar de su compañía; el oficial disfrutaba haciéndole hablar y no acababa de manifestar su satisfacción por tan feliz encuentro. No podía comprender cómo a un hombre como don Bosco el Papa no lo hiciera cardenal, y tampoco podía convencerse de que no sería más útil para sus obras atenderlas como cardenal, que como un simple y pobre sacerdote. Cuando se separaron, le rogó que le permitiese ir a saludarlo en la estación de Turín cuando llegase o hacerle una visita en el Oratorio. Iba don Bosco a Rímini porque le había invitado un joven e ilustre sacerdote de aquella ciudad, ((**It15.543**)) don Francisco Cagn_li. Recién ordenado sacerdote, estuvo éste cinco años como preceptor en la distinguida familia Massani; después, el año 1881, solicitó entrar en el noviciado de San Benigno. Pero en el mes de octubre sufrió una inflamación de garganta con tos, que degeneró en catarro broncopulmonar agudo y lo llevó al borde del sepulcro. Tras diversos altibajos, cuando ya parecía perdida toda esperanza, llamaron a don Bosco para que le diera la última bendición y recogiera su postrer suspiro. Púsole él la mano sobre el corazón y le dijo: -No ha llegado la hora de irse. íQueda todavía mucho bien por hacer, mi querido Cagn_li! Mañana, sin más, podrá levantarse un poquito; después, le enviaremos a Rímini para la convalecencia. Y le dio la bendición de María Auxiliadora. Era la víspera de la Inmaculada. Desde aquel momento, sin más cuidados de médicos ni medicinas, mejoró tan rápidamente que, una semana después, se puso en viaje hacia Rímini. Todos los de su casa, que sabían las condiciones de su salud, al enterarse de su próxima llegada, protestaban ante tal imprudencia; pero don Bosco le dijo: -Vaya sin más; confíe en María Auxiliadora y esté tranquilo, que no sufrirá ningún cansancio en el viaje. Y así fue. Hizo casi quinientos kilómetros, comió como pudo y sufrió muchas molestias en el trasbordo de la estación de Bolonia; pero, al llegar a casa, se encontraba mejor que cuando salió de Turín. No fue una cosa pasajera; su salud fue tal y duró tanto, que aseguraba no haberse encontrado en tan buenas condiciones de salud como desde 1868 en adelante 1 y pudo suceder el año 1887 a don Francisco Dalmazzo como párroco del Sagrado Corazón en Roma. 1 LEMOYNE publicó en La Stella del mattino, pág. 69, la relación enviada por él desde Rímini, el día primero de marzo de 1882. En ella, sin embargo, tal y como convenía, queda en la penumbra la intervención de don Bosco. Tenemos también, entre otras relaciones escritas, la de sor Clelia Genghini, secretaria que fue del Capítulo Superior de las Hijas de María Auxiliadora y sobrina de don Francisco Cagn_li. (**Es15.469**))
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