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((**Es15.441**) que hasta la fiesta de san Pedro. En el momento de partir le dijo: -Su curación estará de acuerdo con su fe. -Pues yo tengo mucha, respondió ella. -Bueno, insistió don Bosco, si tiene fe, curará. Los protestantes, curiosos por saber a qué había ido un cura a su residencia, no tardaron en averiguarlo; y se rieron mucho de la bendición, de la curación que esperaban ((**It15.510**)) y de la superstición católica. No era gente vulgar; había entre otros un pastor evangélico. Esto sucedía el jueves diecisiete de marzo. El sábado, la enfermera que cuidaba a la enferma y la asistía de continuo, oyó muy de mañana en su habitación un rumor de pasos, que la estremeció; temió que hubiere entrado allí algún ladrón. Corrió a ver qué pasaba. Era la enferma que paseaba por la estancia, apoyándose por prudencia en un bastón. La mujer se emocionó y empezó a gritar. A los gritos acudió, el primero, el pastor protestante, sospechando que hubiera sobrevenido un accidente a la enferma y, al ver que se movía por sí misma de un lado a otro, quedóse pasmado. En unos minutos, todos los huéspedes de la pensión se reunieron allí llenos de estupor, mientras la señorita, alegre y sonriente, iba repitiendo a cada uno según llegaba: -íEstoy curada! Don Bosco, precisamente a aquella hora, celebraba la misa en la capilla de las religiosas Auxiliadoras. La joven mandó a su hermano a llamarlo, pero sin decirle nada de lo sucedido. Respondiéronle que don Bosco debía partir para Niza y que volvería al mismo convento el viernes, veintiuno, a las tres de la tarde, para predicar. Aquella tarde, media hora antes de las tres, la señorita fue al convento de las Hermanas caminando a la vista de todos sin dificultad. Las personas que la conocían, al verle cruzar la plaza, no daban crédito a sus ojos. Pero la noticia del prodigio ya había corrido por la ciudad, y también que don Bosco volvería aquella tarde al convento de las Auxiliadoras. Y, por eso, se había reunido tanta gente sana y enferma en el convento. Cuando don Bosco se enteró de la noticia que hemos dicho, se adelantó hacia la Rohland, que ya salía a su encuentro; pero, al verle llegar, pareció perder la serenidad y le preguntó: -Pero, >>qué hace usted aquí? -He venido a agradecerle la curación y oír su sermón. -íNo! íNo! Vuelva a casa. Es posible que no esté bien curada y podría tener una recaída peligrosa. No es prudente que se quede aquí. ((**It15.511**)) -íPero yo le digo que me encuentro perfectamente bien! ->>No tiene miedo de tentar a Dios? -íOh! No se preocupe; ya le hemos tentado antes usted y yo. (**Es15.441**))
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