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((**Es15.324**) en el Oratorio, y quiso atestiguar así su imperecedero agradecimiento a su educador y padre. El transeúnte, que va por la avenida Víctor Manuel II y dirige su mirada a la iglesia, ve ante sí la majestuosa fachada, en cuyo centro se levanta el campanario. En el tímpano de la puerta hay un mosaico exquisito, que representa al Divino Salvador sentado en la cátedra con la inscripción: Ego sum via, veritas et vita, tomada del Evangelio de san Juan y a los lados el alfa (A) y la omega (#), como lo llama san Juan tres veces en el Apocalipsis, para indicar ((**It15.371**)) que El es el principio y el fin de todas las cosas. Más arriba, en el tímpano del triforio superior, hay otro mosaico estupendo que representa la apoteosis de san Juan, sostenido en su triunfal ascensión por una águila, símbolo que le atribuyen los Santos Padres. Parece que don Bosco sienta, en su carta, especial complacencia al mencionar las campanas. Su bendición fue un acontecimiento: el alegre repicar animaba a la población circundante, rompiendo por fin el triste silencio que infundía en su contorno el cercano templo valdense. Cinco sagradas campanas ocuparon el campanario de la bonita torre el día primero de diciembre de 1881. La ceremonia de la bendición, cuidadosamente preparada y solemnemente realizada por el canónigo Berardi, provicario general de la Archidiócesis, se desarrolló en la iglesia, aún sin terminar, en presencia de numerosos amigos y bienhechores, invitados personalmente por don Bosco y en medio de una muchedumbre de fieles. Resultó totalmente nuevo y de admirable efecto un motete, acompañado por el festivo son de las campanas, que una mano experta hacía vibrar con maestría en un teclado apropiado. Las había fundido el señor Bizzózero de Varese, afinadas de modo que se pudiera ejecutar con ellas un concierto armonioso en mi bemol. Recordaremos tan sólo la inscripción grabada en la campana mayor: Centenis domibus Salesianis Ital. Gall. Hispan. Americ. divinam opem imploro (Para las cien casas de Italia, Francia, España y América imploro el divino auxilio). Se necesitaba una cancela de hierro que cerrase el lugar sagrado a lo largo de la avenida de Víctor Manuel, entre el colegio por un lado y una casa suntuosa por el otro. Monseñor Gastaldi ofreció una. La habían encargado los canónigos de la iglesia metropolitana para ponerla delante de la Catedral, pero el Municipio negó el permiso; la ofrecieron después a la nueva iglesia de san Segundo, pero fue desechada por no ser del mismo estilo. <((**It15.372**)) y (**Es15.324**))
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