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((**Es15.284**) el Obispo de Valencia estaba empeñado en arrancar la promesa de fundación de una casa en su diócesis; lo mismo el de Málaga, que ((**It15.323**)) ardía en deseos de encontrarse con un salesiano para tratar de lo mismo. Don Juan Cagliero le satisfizo, haciéndole una visita. Allí encontró que algunos sacerdotes y señores habían comenzado algo semejante a cuanto leían que se hacía en Turín, Sampierdarena, Niza y Marsella; pero que eran necesarios algunos salesianos para reorganizar, regir y llevar adelante aquello, según nuestro sistema educativo. Allí inscribió a veinte Cooperadores salesianos. De cuanto oía allí y en otras partes, sacaba la impresión de que <> y de que existía el convencimiento de que <>. Los últimos acontecimientos han demostrado que la salvación de España no estaba ya en la aristocracia, sino en el pueblo, y que era urgente cuidarse de él. El Arzobispo de Sevilla, como hemos visto, alababa la prontitud de los Salesianos en dedicarse al sagrado ministerio. La iglesia del Carmen estaba antes desierta. Allí faltaba todo, así que hubo que tomar prestados candeleros, velas y ornamentos sagrados; pero, en menos de quince días, quedó previsto todo cuanto se necesitaba para el culto divino. Las funciones atraían cada vez más a la gente. Primero se agolparon los muchachos en torno a los Salesianos, y llenaron la sacristía y el presbiterio; unos se revestían de monaguillos, otros aprendían a ayudar a misa y muchos se reunían para aprender la doctrina cristiana, muy descuidada. Las madres bendecían la llegada de los nuevos apóstoles. El marqués de Ulloa derramaba lágrimas de satisfacción. Al referir todo esto a don Bosco, exclamaba don Juan Cagliero 1: <<>>Y nosotros? Ya hemos dado gracias a la divina Providencia de que se haya servido de los muchachos de Valdocco para hacer brillar más su gloria y su misericordia en estas tierras>>. ((**It15.324**)) También en Portugal se interesaban por los hijos de don Bosco. A través de la Nunciatura de Lisboa, recibió don Juan Cagliero un sobre certificado, en el cual le invitaba el presidente de la Asociación protectora de los obreros a acercarse a aquella capital para poder apreciar la gran necesidad de acudir a salvar a los hijos del pobre pueblo. Recibió otra carta de Oporto, escrita en nombre del Cardenal, en la que le decía lo mucho que le esperaban en la segunda ciudad del reino para que se establecieran allí los salesianos sin tardanza. 1 Utrera, 1 de marzo de 1881. (**Es15.284**))
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