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((**Es15.277**) Don Bosco mantuvo su palabra y, aunque tenía una invitación personal que se conserva en nuestros archivos, se ocultó entre la muchedumbre y no se dejó ver en toda la ceremonia 1. El Rey, apenas ((**It15.315**)) llegó, preguntó a Correnti dónde estaba don Bosco. Correnti, después de echar una mirada a su alrededor y no dar con él, quedó disgustado y se dio por ofendido un tanto; por ello, fue unos días después a lamentarse con él de que hubiera faltado a su promesa. El Siervo de Dios, excusándose como mejor le pareció, añadió: -No me hice ver precisamente para evitar que me presentara al Rey. Por pocas palabras que me hubiese sugerido Su Majestad, Dios sabe lo que hubiesen dicho de mí los periódicos de Italia. íLo que hubiesen pensado en Roma! Hubiera sido un lío para mí y quizás al mismo Rey le hubieran proporcionado algún fastidio los comentarios. Correnti quedóse un rato pensativo, dióle la razón, admiró su prudencia y concluyó diciendo: -No había yo pensado en ello. Entonces comprendió mejor la frase que en otra ocasión, que no sabemos precisar, le dijo don Bosco. Le había preguntado cómo se las arreglaba para ir siempre adelante sin naufragar, en tiempos de luchas tan enconadas y en medio de tantas banderías. -Dando a cada uno lo suyo, había respondido don Bosco, y esquivando todas las cuestiones y altercados innecesarios. Pese a las contrariedades que hemos descrito, Correnti no quiso prescindir totalmente de la colaboración de don Bosco y éste tampoco creyó conveniente desentenderse por completo del hospital. Habiéndole pedido el Santo en 1884 un título honorífico para el profesor Bonzanino, el primer Secretario de la Orden de San Mauricio le respondió con mucha benevolencia y aprovechó la ocasión para rogarle que le ayudase en la construcción de la proyectada iglesia, proporcionándole un abundante concurso de la caridad de los fieles 2. escribía: <>. Pero, en el número del día 12, rectificó: <>. 1 Rodeado por los canónigos Chiuso, Antonelli y Bertoglio, por el decano de los párrocos, comendador Genta, y otros sacerdotes, monseñor Gastaldi bendijo la primera piedra y pronunció ante el Rey un discurso, del que fueron censuradas entonces algunas frases, porque ofendieron los sentimientos de los católicos más fieles al Papa. Eran, además, los días de las tribulaciones narradas en los capítulos anteriores. Don Bosco, pues, se habría encontrado muy molesto, de haber aceptado el puesto a que le daba derecho la invitación. 2 Apéndice, doc. 45. (**Es15.277**))
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