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((**Es15.273**) Bosco. Se acordó, por tanto, de él con ocasión de la construcción del Hospital, y habló de él al Rey como de un hombre de gran habilidad para encontrar dinero y llevar a cabo obras grandiosas. Agradó al Rey la sugerencia, por lo que se acordó escuchar su parecer en una empresa tan grandiosa, pero de forma que todos los trámites permaneciesen en secreto. Correnti visitó varias veces a don Bosco de parte del Rey. El Beato aceptó de buena gana estudiar el proyecto, ofreciéndose, además, para dirigir su puesta en marcha; pero a condición de que su nombre no apareciera y, sobre todo, que nadie se metiera a estropear sus planes. <>. Correnti le advirtió que era voluntad del Rey que no pusiera ni un céntimo de su bolsillo, pues ya sabía Su Majestad la cantidad de obras que llevaba entre manos; que únicamente deseaba presentara sus proyectos y no quería que ningún otro se entrometiera. Hizo aún más el Rey: deseó saber si don Bosco podría hacerse cargo de la dirección ((**It15.310**)) moral del hospital por medio de sus Salesianos. Don Bosco respondió que no era contrario a servir en esto a Su Majestad. Y, hechas estas primeras diligencias, el Siervo de Dios puso la mano en la obra. Estudió, examinó el terreno y trazó su plan. Se trataba de organizar una gran lotería de dinero, con cantidades determinadas de premios y un número señalado de billetes con su precio correspondiente. Para la distribución de los mismos y para el cobro del dinero, se elegirían doscientos respetables señores, pero no de los que los liberales llamaban hombres de sacristía y tampoco de los contrarios a la religión; bastaba que fuesen personas gratas a la Corte. Estos, constituidos en junta nacional, procurarían despachar los billetes, enviándolos especialmente a todos los Caballeros de la Orden de San Mauricio. Por fin, don Bosco se puso de acuerdo con el banquero Musso, para que preparase enseguida y tuviera a disposición el capital necesario. Y éste, barruntando un negocio bueno y seguro, porque con don Bosco no se corrían riesgos, se prestó a secundarlo. Se preguntará por qué don Bosco se embarcó en esta aventura. El tenía por mira el bien espiritual de los enfermos, más que ninguna otra cosa, y preveía que no se pensaría en ello. Por lo cual, se apresuró a sugerir que, junto al hospital, se construyese una iglesia destinada a dos fines: satisfacer las necesidades religiosas de los enfermos y del personal encargado de ellos y atender al barrio vecino de la Crocetta, cuya iglesia parroquial resultaba demasiado pequeña para una feligresía en constante aumento. Que, si a la Orden de San Mauricio le (**Es15.273**))
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