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((**Es15.244**) por la parte que le tocaba y todos, afligidos por la humillación impuesta a su buen Padre. Después del primer aturdimiento, abrióse entre los capitulares una discusión sobre la oportunidad ((**It15.274**)) de pedir una dilación para ganar tiempo y, entre tanto, consultar con las circunstancias. Solamente don Juan Cagliero permanecía callado. Don Bosco, después de haber escuchado en silencio, le dijo: ->>Y tú no hablas? Don Juan Cagliero, al verse interpelado, se volvió a sus compañeros y, con la franqueza que le caracterizaba, declaró que no compartía su opinión. El Papa había hablado y era necesario obedecer. El Papa había decidido de aquel modo, porque conocía a don Bosco y sabía que podía contar con su virtud, y no era el caso de tergiversar los hechos. Y, como era una cuestión en la que estaba empeñado el honor de la Congregación, don Bosco había leído la Concordia en Capítulo, únicamente para comunicación oficial, no para someterla a discusión o para esperar un consejo ajeno sobre la conducta a seguir. El 8 de julio pidió perdón a monseñor Gastaldi con esta carta: Excelentísimo y Reverendísimo Señor: La Santidad de Nuestro Señor, considerando que las distintas cuestiones surgidas, desde hace algún tiempo, entre Vuestra Excelencia Ilma. y Rvma. y la humilde Congregación de los Salesianos, son fuente de desacuerdos y roces, con detrimento de la autoridad y asombro de los fieles, se ha dignado hacerme saber que es su voluntad se termine toda discrepancia y se restablezca entre nosotros una paz verdadera y duradera. Por tanto, para secundar las sabias y paternales intenciones del Augusto Pontífice, que fueron siempre las mías, manifiesto a Vuestra Excelencia Reverendísima mi pesar de que, en estos últimos tiempos, algunos incidentes hayan alterado las pacíficas relaciones que había entre nosotros y hayan podido ocasionar amarguras al animo de V. E. Reverendísima. Y más, si por acaso pudo V. E. suponer que yo o cualquier miembro del Instituto haya influido en tal situación de cosas, imploro perdón a V. E. Reverendísima, y le ruego olvide lo pasado. Con la esperanza de que V. E. Reverendísima querrá acoger benignamente estos mis sentimientos, aprovecho con gusto esta propicia ocasión para augurarle las más selectas bendiciones del Sumo Dios, mientras tengo el alto honor de profesarme con gran aprecio y profunda veneración De V. E. Reverendísima, Turín, 8 de julio de 1882. Atento y seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. ((**It15.275**)) Aquel mismo día escribió al Cardenal Protector, confesando con la máxima calma su propio error e informándole de que ya había (**Es15.244**))
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