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((**Es15.243**) respuesta del Cardenal, la cual fue un poco severa, porque seguramente se le escapaban los motivos que don Bosco tenía para dudar del origen verdadero de los artículos. Reverendísimo Don Bosco: Su carta del pasado 27 de junio, que me llegó esta mañana, me ha sorprendido mucho y hasta diría que me ha entristecido. Habla en ella como de un proyecto del abogado Colomiatti, presentado al Padre Santo, agregando que hay en él cosas de muy difícil ejecución. Y, por el contrario, yo le participé con la mía la Concordia, firmada ya por las partes, acompañadas de la autorización de sus respectivos Superiores, y cuyos ((**It15.273**)) artículos están inspirados y aprobados personalmente por Su Santidad y no por Colomiatti. Esta sola circunstancia debería hacer desaparecer toda dificultad en su ejecución, si usted no quiere desmentir y olvidar lo que tantas veces ha manifestado de palabra y por escrito, a saber, que en su línea de conducta no quería alejarse jamás de la voluntad del Padre Santo, en la que se manifiesta la voluntad de Dios. Volver, pues, a poner en discusión los artículos aprobados sería lo mismo que examinar si la voluntad del Papa está, o no, fundada en principios de equidad y mirando la utilidad de ambas partes. Sobre lo cual, debo, además, añadirle que el Santo Padre me ha notificado en estos días, con oficio del Secretario de Estado, que le urge estar seguro de que ya se ha efectuado cuanto se convino y que él entiende es ya un hecho. >>Qué deberé responderle? No tengo valor para decirle que no se ha hecho nada y, más aún, que ahora se presentan por su parte graves dificultades para su ejecución; porque prefiero sea usted mismo quien juzgue la siniestra impresión que experimentaría, al ver desmentidas con los hechos la docilidad y sumisión que, de palabra, ha profesado tener; lo que perjudicaría las disposiciones de benevolencia que abriga hacia el Instituto. No quiero suponer que las dificultades surjan por parte de don Juan Bonetti, pero, si así fuera, me desagradaría descubrir en usted demasiada debilidad o deferencia con un subalterno, mientras que, considerada en su justo valor la condición que le atañe, no parece que, en el conjunto de los hechos y de las circunstancias, le resulte a él un sacrificio imposible. Vuelvo, por tanto, a rogarle e insistirle, por cuanto sé y puedo, que no pierda el tiempo con nuevas observaciones que resultarían inútiles, si no nocivas, en el estado en que están las cosas; y, por el contrario, que dé pronta ejecución a dicha Concordia, para estar yo en condición de anunciar al Padre Santo, lo antes posible, que ya es un hecho consumado, proporcionando de este modo a su ánimo, amargado de mil modos, algún alivio. Con el sincero aprecio de siempre, créame De V. S. Reverendísima, Roma, 3 de julio de 1882. Afectísimo seguro servidor L. Card. NINA, Prot. Entonces don Bosco leyó a sus Capitulares los artículos de la Concordia. Hubo consternación general. Don Juan Bonetti estaba irritado (**Es15.243**))
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