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((**Es15.154**) haciendo para mayor gloria de Dios, provecho de la sociedad civil y agradables a todos>>. Hizo a los Cooperadores una exposición detallada, con sabor a rendición de cuentas en familia, y que, por eso mismo, se escuchan con agrado por ((**It15.168**)) un auditorio invitado para oír cosas que, más o menos, interesan a todos. Vieron sucesivamente cómo se encontraban los trabajos de la iglesia e internado de San Juan Evangelista en Turín, de la Iglesia de María Auxiliadora de Vallecrosia, de las escuelas y oratorio de La Spezia, del Oratorio de Florencia y de la iglesia y colegio del Sagrado Corazón de Roma. Y oyeron y admiraron después los trabajos apostólicos de los misioneros y de las Hijas de María Auxiliadora en Patagonia y Uruguay. Estaba ya el ánimo de los oyentes muy impresionado por todo lo oído, cuando don Bosco hizo, con toda naturalidad, una hábil digresión. Estableció una comparación entre la vida del misionero y la de muchos cristianos, que viven entre delicias y no son capaces de dar una limosna para cooperar a la salvación eterna de los hermanos. A los cristianos de tal suerte, dijo, se les podrían dirigir las palabras que San Pedro pronunció en una ocasión contra Simón Mago: Pecunia tua tecum sit in perditionem (que tu dinero perezca contigo). Tales cristianos deberían pensar que un día les pedirá cuenta el Señor de esos bienes que les concedió. Dirá él a cada rico: -Te concedí esas riquezas para que dedicaras una parte a mi gloria y provecho de tu prójimo; tú, en cambio, >>en qué las empleaste? El lujo, las diversiones, los viajes de placer, las juergas, las recepciones, los juegos... íAhí fueron a parar todos tus bienes! Alguno dirá: -Yo no malgasto mis bienes, los sé apreciar y los aumento cada año; compro casas, campos, viñas y otras cosas. También a éstos les dirá el Señor: -íLos acumulaste, los aumentaste! Es verdad. Pero, entre tanto, los pobres pasaban hambre; entre tanto, millares de niños abandonados crecían en la ignorancia de la religión y en las malas costumbres; entre tanto, las almas redimidas con mi Sangre caían en el infierno. Apreciaste más tu dinero que mi gloria, tu cartera más que el alma de tus hermanos. y ahora, con tus diversiones, con tu dinero y tus propiedades, ívete a la perdición! Pecunia tua sit tecum in perditionem! Bien sé, añadió don Bosco, que vosotros no sois tales y que dais limosna, según vuestros posibles, pero ícuántos hay en el mundo que podrían imitar vuestro ejemplo y que, sin embargo, no lo hacen! Por fin comunicó que, hacía unas horas, se había enterado de que, en la casa de San Benigno, donde precisamente se educaban los futuros misioneros, directores, maestros y asistentes de los colegios, estaban pasando muchos apuros; que, hacía varios meses, no habían podido ((**It15.169**)) pagar al panadero y que éste ya no podía continuar suministrando pan; que él tenía intención de recomendar la limosna (**Es15.154**))
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