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((**Es15.148**) Pero don Bosco necesita para esto de vuestra caridad; necesita que le entreguéis lo superfluo, que ya él sabrá usar para mayor gloria de Dios y de la Virgen Santísima y para salvación de las almas, especialmente de la juventud. Por tanto, para concluir, os diré: tengo que irme de Florencia, pero os dejo a mi representante, el Director del oratorio antes aludido. Volcad en sus manos, conforme a las posibilidades que Dios os ha dado, limosnas con largueza, y así mis deseos, que son los vuestros, se realizarán: se salvarán muchas, muchísimas almas, y, como dice San Agustín, salvando las almas de vuestros prójimos, habréis asegurado la salvación de la vuestra. A la conferencia acudieron también clérigos de algunos seminarios, deseosos de conocer al Siervo de Dios. Uno de ellos, monseñor Joaquín Bonardi, obispo de Pérgamo y auxiliar del cardenal Mistrangelo, recordaba la suave impresión experimentada entonces al saludarlo, besar su mano y oír su palabra sencilla, pero llena de unción. Pese a algunas contrariedades, de las que habremos de hablar, don Bosco tenía tanta fe en la Providencia que, al partir ((**It15.161**)) para Turín, encargó al Director que no cejara; que pensara no solamente en construir un colegio, sino también una iglesia al lado, digna de la gran Madre de Dios y de la piedad de los buenos; que él estaba dispuesto a hacer por los florentinos todos los sacrificios posibles 1. No parece que sucediera ningún suceso extraordinario en Florencia. Don Miguel Rúa, en su carta a don José Lazzero, alude solamente a un retraso desagradable, pero providencial, en la partida durante el primer viaje: aquel contratiempo permitió a don Bosco recibir un notable donativo que no esperaba. En Roma, en cambio, sí que había sucedido algo, pero sin ruido de ninguna clase. Los hechos, según don Francisco Dalmazzo, fueron dos. En uno de ellos, casi se multiplicaron verdaderamente las gracias. Con la bendición de María Auxiliadora, devolvió don Bosco la salud a una señora. A poco encontróse ésta con unos conocidos suyos que eran protestantes, y, al preguntarle cómo había salido de la grave enfermedad tan de repente, contó lo que le había sucedido. Ellos, que tenían una hija muy enferma, sin cuidarse de prejuicios religiosos, decidieron llevarla a don Bosco. El Beato la bendijo y la muchacha curó. Su madre, llena de satisfacción, iba diciendo: -íEsta es la equivocación de nosotros, los protestantes, no honrar a María! En 1885, recibió don Bosco una carta de aquella familia, comunicándole la conversión de todos sus miembros al catolicismo. 1 Carta de don Faustino Confortóla a don Bosco, Florencia, 10 de junio de 1881. (**Es15.148**))
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