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((**Es15.147**) encima lo restante, reprodujo casi a la letra lo que dijo sobre la limosna, uno de los temas preferidos de don Bosco, especialmente durante el último decenio de su vida, lo mismo cuando predicaba que cuando hablaba o escribía; más aún, casi en vísperas de su muerte, se sintió en la obligación de escribir un libro a propósito sobre esta materia. En un tiempo, en el que la humanidad se engolfaba cada vez más en el egoísmo y en la febril búsqueda de bienes materiales, don Bosco hizo cuanto supo y pudo para ayudar al mundo a emplear bien lo superfluo. Les dijo a los florentinos: Me preguntaréis cómo tener dinero superfluo para dar limosna, en los años críticos que corren, cuando no se sabe cómo tirar adelante. Y yo os respondo con franqueza que todos tenemos algo superfluo para dar a los pobres y favorecer las obras benéficas: basta quererlo. Hay superfluidad en las casas, en el lujo que en ellas se ostenta. íCuántos muebles, cuántos objetos preciosos y superfluos! Superfluidad en caballos, coches y provisiones. Superfluidad en las personas de servicio, en los vestidos, en la comida y hasta en muchos bolsillos. Ahora bien, según el precepto del Señor, lo superfluo se debe dar a los pobres. Algunos hacen un problema sobre la cantidad que deben dar como limosna de lo superfluo; dicen unos que la quinta parte; otros que la cuarta y hay quien dice más y quien menos. Yo creo que el problema está resuelto con las palabras del Evangelio, que no pueden ser más sencillas ni más claras: Quod superest, date eleemosynam, lo que os sobra, dadlo como limosna. Y, entre aquellos a quienes debéis dar vuestra limosna, están esos muchachos pobres y abandonados, que vagan sucios, descalzos y harapientos por las calles de vuestra propia ciudad, que viven pordioseando y se amontonan de cualquier modo por la noche en ciertos albergues, sin nadie que se apiade de sus cuerpos ni de sus almas. Crecen en la ignorancia de las cosas de Dios, de la religión y de sus deberes ((**It15.160**)) morales; se hacen blasfemos, ladrones, impúdicos, viven engolfados en todos los vicios, son capaces de cualquier acción criminal, y muchos de ellos acaban desgraciadamente en manos de la justicia, que los arroja a que se pudran en una cárcel, o caen, lo que es peor, en brazos de los protestantes. Estos ya tienen abiertos en Florencia muchos albergues, donde la pobre juventud, deslumbrada por el brillo del oro y mil promesas engañosas, después de haber perdido todo otro bien y pisoteado toda otra virtud, arrojan lastimosamente su fe. Hechos similares los tenéis cada día ante vuestros ojos. Vosotros mismos me habéis contado cómo los protestantes ya han envuelto en sus redes, con dinero y regalos de todo género y prendas de vestir o comestibles, a muchos jovencitos y jovencitas, hasta familias enteras que, como vosotros decís, se han vendido a los enemigos de nuestra fe, a los emisarios de Satanás. >>Cómo remediar tanto mal e impedir sus lamentables consecuencias? Don Bosco ha venido para esto a Florencia, accediendo a las invitaciones de S. E. Rvma. el señor Arzobispo, y de los Cooperadores y Cooperadoras. Don Bosco ya ha abierto un oratorio festivo en Florencia, precisamente en la calle Cimabue, n.° 31. Don Bosco quisiera abrir, además, un internado donde recoger a muchos pobres niños abandonados, salvarlos de la corrupción de costumbres y de la pérdida de la fe, y educarlos de modo que lleguen a ser buenos ciudadanos y verdaderos cristianos. (**Es15.147**))
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