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((**Es14.97**) en Roma y en Bolonia por la defensa de su causa, cambió radicalmente de idea. Así, pues, resuelto el Siervo de Dios a actuar personalmente con el Gobernador, fue a visitarle. La primera vez le dijeron que no estaba; volvió al día siguiente, lo encontró, y fue recibido. El Gobernador creyó que don Bosco se presentaba a él para pedirle dinero; y así, después de los cumplidos de costumbre, le dijo: -Ya se sabe; don Bosco va siempre mendigando para sus muchachos. -Sí,. es cierto; respondió. Este es mi oficio; pero ahora no estoy aquí para pedirle limosna, he venido únicamente para saludar a la autoridad. ->>Cómo puede ser esto, si usted es superior a los Diputados y a los mismos Ministros: ...Cuando se habla de usted todos nos descubrimos. Quizá había en estas palabras su tantico de ironía, quizá quiso el interlocutor dar largas al asunto; el hecho es que la conversación duró en aquel tono un buen rato. Pero, en cuanto al objeto que más interesaba a don Bosco, el resultado fue nulo, pues el rencor sectario no cejó. Transcurridos inútilmente cinco años, León XIII, para poner remedio a aquel estado violento de cosas, llamó a Roma al cardenal Parocchi, y lo nombró su Vicario. Allí, como veremos, se encontró de nuevo con don Bosco en circunstancias de gran importancia para la Congregación. El Beato celebraba en el oratorio privado de la condesa, que se mostraba espléndida en su hospitalidad, y acudían al Santo Sacrificio personas tan distinguidas como la señora Zambeccari, que después hablaba largo tiempo con él sobre la manera de llevar a término cuanto antes las fundaciones, con que ella soñaba y a las que ya hemos aludido en otro lugar. El día 2 de abril por la tarde llegó a Este. Fue llevado directamente a casa de su gran bienhechor Benedicto Pel…, porque, celebrándose precisamente aquel día su setenta y nueve cumpleaños, ofrecía un banquete a los amigos y quería a toda costa que don Bosco honrase su mesa. La alegría, que experimentó aquella dignísima persona, ((**It14.105**)) al ver al Siervo de Dios, no es para expresarlo con palabras. Pero el bueno del señor Benedicto estaba a mil leguas de esperar la sorpresa, que le tocó. En lo mejor del banquete don Bosco se levantó a hablar y pronunció un precioso brindis, alabando el celo y la benevolencia de los ciudadanos de Este con los pobres Salesianos y dando a todos las gracias de corazón; pero a continuación dio una noticia, que dejó pasmado al anfitrión.(**Es14.97**))
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