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((**Es14.623**) y de la Casa donde fui educado. Si el afecto puso alguna vez algo agrios los puntos de mi pluma, créase que no quiero dar a mi escrito más fuerza que la que tienen las razones en él contenidas. Su atto. y s. s. JOSE BERTELLO, Pbro. Doctor en filosofía y teología 26 Réplica de don José Bertello al Delegado Rho (Unit… Cattolica, 3 de agosto de 1879) Ilmo. Sr. Director: Se esfuerza el real Delegado de Enseñanza por contestar con un largo artículo, publicado en el n.° 178 de Unit… Cattolica, a mis observaciones sobre la justificación, que él pretendió hacer del decreto ministerial de cierre de las escuelas de don Bosco. Aunque todo lector avisado puede fácilmente darse cuenta de que el Delegado entendió mal mis palabras, las desfiguró o no las contestó en su parte sustancial, creo, sin embargo, oportuno hacer unas aclaraciones más, para completar lo que ya dije en otras cartas, y para contestar a algunas cosas insignificantes que, quizás por falta de buenas razones, quiso oponerme el señor Delegado. Espero que la cortesía que permitió que mis cartas anteriores fueran publicadas por Unit… Cattolica, y benévolamente leídas por sus suscriptores, acceda también a publicar la presente. Dice el Delegado que se ve obligado a contestar, por segunda vez, a quien quiso asumir... la defensa de las escuelas de don Bosco contra ((**It14.729**)) el decreto ministerial, que ordenó su cierre. >>De quién se habla aquí? Viendo que el señor Delegado no habla en su respuesta casi de otra cosa que de mis cartas, tengo derecho a considerarme incluido en ese quien, por lo que diré al señor Delegado que no mude el sentido del discurso. Yo afirmo al principio de la primera carta, que <>; sino <>; y creo no haberme apartado de este propósito. Ahora bien, si el señor Rho cambiara el fin de mi razonamiento, hace que: 1.° las razones por mí aducidas puedan parecer insuficientes a la necesidad; 2.° yo prejuzgue la causa de don Bosco, a quien protesto dejar libre en su defensa. Dice que yo mismo confieso haber empleado palabras agrias, por el demasiado afecto a mi bienhechor, como si el afecto de una persona autorizara para emplear un lenguaje inconveniente hacia otra. Nótese que yo empleé una proposición condicional, porque tenía, y sigo teniendo, mis buenas dudas de si mis palabras tenían algo de acritud, considerando a quién iban dirigidas y en qué ocasión; pero el señor Delegado me hace confesar la cosa sencillamente. Además, yo dije: Si el afecto me hizo emplear alguna vez palabras un tanto agrias, y el señor Delegado, poniendo las palabras en cursiva, para que parecieran mías y así resultara más eficaz la confesión, omitió las palabras alguna vez y algo que, a mi entender, tienen su sentido. Yo creo que el afecto justo y razonable puede muy bien disculpar ciertas expresiones algo mordaces, con tal de que no se llegue al insulto o a la calumnia. Si el señor (**Es14.623**))
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