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((**Es14.438**) MESA - CON EL MEJOR DE LOS PADRES. Tomando el tema de estas palabras: <>Cómo podríamos olvidar los amorosos cuidados que nos prodigó don Bosco en los años de nuestra inexperiencia y volubilidad juvenil: Al recordar aquellos rasgos de bondad inefable, aquellas palabras afectuosas con que nos animaba al bien, aquella paciencia inalterable con que toleraba nuestros defectos, aquella solicitud perseverante con que se industriaba para hacernos mejores, >>quién no se sentirá lleno de agradecimiento hacia él? No, entre nosotros no hay ingratos ni los habrá (...). Y demostraremos nuestra gratitud, portándonos siempre como sacerdotes celosos y ejemplares, como nos quiere don Bosco; lo demostraremos dando a conocer sus obras, sosteniéndolas, difundiéndolas al pueblo; lo demostraremos defendiéndolas, cuando por ignorancia o mala fe se denigren sus intenciones o se desfiguren sus hechos, aunque lo realicen altos personajes...>> Aquellos sacerdotes comprendieron la alusión final. Un aplauso más cordial no podía coronar el discurso. Con tono tranquilo, como acostumbraba, don Bosco comenzó a hablar así, y todos le escucharon con religioso silencio: No podéis imaginaros, mis queridos hijos, la alegría que me embarga al volver a veros a mi alrededor; ni yo mismo sería capaz de expresárosla. (Al llegar aquí se apagó la palabra de don Bosco, todos estaban emocionados)... Ya sabía yo lo mucho que os quiero, pero hoy el corazón me da una prueba irrefutable de ello. Soy y seré siempre vuestro padre afectísimo. Sería mi más ardiente deseo veros y hablaros más a menudo. Pero la mayoría de vosotros viene raras veces a Turín, y, las más de ellas, estoy ausente y no podemos vernos. Espero que, de hoy en adelante, podremos vernos y hablarnos al menos una vez al año, porque es mi intención que se siga celebrando esta fiesta mientras Dios nos dé vida. Muchas cosas tendría que deciros. La principal es que os esforcéis por hacer todo el bien posible a la juventud de vuestras parroquias, de vuestras ciudades, de vuestros pueblos, de vuestras familias. Don Bosco ((**It14.513**)) y sus Salesianos no pueden estar en todas partes, ni fundar escuelas y oratorios para los muchachos de todos los lugares donde haría falta. Vosotros, queridísimos míos, que habéis recibido en esta misma casa vuestra primera educación, os habéis empapado en el espíritu de san Francisco de Sales y habéis aprendido las reglas e industrias a emplear para la educación de la tierna edad, debéis suplir según vuestras fuerzas. Debéis ayudar a don Bosco para conseguir más fácil y más ampliamente el noble fin que nos hemos propuesto, es decir, el triunfo de la religión, el bienestar de la sociedad civil, mediante la educación de la pobre juventud. No debéis, sin duda, descuidar a los adultos; pero no ignoráis que éstos, con pocas excepciones, no corresponden mucho a nuestros cuidados. Por lo tanto, apliquémonos a los pequeños, alejémoslos de los peligros, atraigámoslos a la catequesis, invitémoslos a recibir los sacramentos, conservémoslos o traigámoslos de (**Es14.438**))
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